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Rousseau o Hobbes

Decía Perón: ‘’La conducción política es todo un arte y ese arte está regido por principios, como todas las artes. Si no tuviera principios, no sería un arte; como una ciencia que no tiene leyes, no es tampoco una ciencia’’.  Indudablemente hay cientos de definiciones sobre qué es la actividad política; básicamente, teorizarla y regirla por medio de preceptos científicos es lo que ha pretendido la politología desde su fundación como disciplina, y si hay una pregunta inicial para su fundamentación sería cuestionarnos si la persona humana es por naturaleza buena o mala.

Partir de ahí ha hecho la diferencia en muchos postulados ideológicos a través de los tiempos que han fijado el actuar moral y ético de muchos conductores. Mientras que el escritor del Leviatán, Thomas Hobbes, consideraba que el hombre era malo por naturaleza, el intelectual del prerromanticismo, el francés Jean Jacques Rousseau, consideraba que los hombres eran buenos por naturaleza, pero con el paso del tiempo la misma sociedad lo corrompía. La realidad en la que vivimos. en donde el materialismo capitalista está presente, está cargada para que las personas fácilmente busquen su propio interés con base en el egoísmo y no en una voluntad de servir al prójimo. Como bien decía Facundo Cabral, ‘’Si los malos supieran lo buen negocio que es ser bueno, serian buenos, aunque solo fuera por negocio’’.

Sin embargo, no dejo de creer que Rousseau tiene razón: los hombres no nacen malos, que hubo circunstancias que los corrompen y que lamentablemente la política no es ajena a este tipo de comportamientos. La política no es otra cosa más que una guerra que evita la confrontación física para que impere la confrontación de las ideas y de los puntos de vista, y así encontrar un equilibrio que concilie las voluntades populares. Estamos aquí para que la dignificación de esta profesión pueda ser una realidad y que en algún momento la política sea sinónimo de servicio, y no de ineficacia.

No obstante, existe una diferencia entre la actividad política y la tarea que realizan los conductores: la actividad política es cualquier acto relacionado que compete a la interacción publica, pero la conducción política es un arte que con el tiempo uno va perfeccionando, midiendo las circunstancias y los escenarios; siempre teniendo en mente una base moral que te alimente. Un político sin valores carece de alma. Puesto que la conclusión de un conductor es que sus finalidades siempre son mayores que sus circunstancias, esos mismos valores del alma se justifican bajo el amor hacia una comunidad.

Bien decía Maquiavelo, a quien se considera fundador de la Ciencia Política, que un conductor debe ser astuto como el zorro y valiente como el león, pero todo esto sin olvidar que nuestra motivación principal es el amor al Pueblo. De ahí a que cada cuadro obradorista, en la función que cada uno se encuentra, decida personalmente quien tiene la razón en el debate teórico político sobre cual es la naturaleza axiológica del hombre, si es Hobbes o es Rousseau.

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