Por: Emmanuel Moya
Casi hemos llegado a la segunda mitad del sexenio. Un par de meses desde que se cumplieron 3 años de ese histórico 1 de julio de 2018, cuando la mayoría de los mexicanos decidimos votar por un cambio verdadero en nuestra forma de gobierno. El próximo 1 de diciembre también se cumplirán 3 años de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México.
Las promesas del combate a la corrupción y la eliminación de la frivolidad y dispendios fueron el estandarte del entonces candidato a la presidencia, ideas que no compartieron ninguno de los expresidentes durante su gestión; por el contrario, ocultaban y tapaban a como diera lugar los desvíos de recursos al erario. Con un discurso en favor de la gente que más lo necesita —en un país con más de 60 millones de personas en pobreza—, poniendo por delante la justicia social y el bienestar de los grupos vulnerables —entre ellos los más pobres y los adultos mayores—, obviamente su proyecto de nación causó eco en la preferencia electoral para que ese 1 de julio Morena se alzara ampliamente con la victoria.
Ahora bien, hemos llegado a tres años de la actual administración y se han logrado cambios de fondo en la estructura de Gobierno y en muchas leyes, pero aún faltan otros tres años que prometen algo distinto a la primera parte. Es decir: en la primera etapa se sentaron las bases para una estructura de gobierno austero y al servicio de la gente; la segunda etapa es de consolidación y fortalecimiento de esas bases, la de crecimiento e implementación de una nueva forma de vida en México mediante el ahorro, la austeridad y la honestidad. Esta es una idea que, a futuro, tiene como objetivo una economía moral libre de violencia hacia un México en paz.
No obstante, también es necesario decir que existen dentro de estos cambios resistencias que no se pensaban tan fuertes y reacias, mafias incrustadas en cada sector económico que han sido difíciles —aunque no imposible— de romper. La Cuarta Transformación va contra corriente, aunque avanzando poco a poco. Con las elecciones del 6 de junio se pasó una de las pruebas más fuertes que tenían Morena y el Presidente, aunque con algunos raspones. Andrés Manuel salió bien librado y con claras señales de que hay que corregir el rumbo en ciertos sectores; Ciudad de México fue el golpe más duro que pudo dar la oposición, Morena en la CDMX traía una loza muy pesada con lo sucedido en el metro, sumada a la guerra sucia de inyección de dinero para influir de todas las maneras posibles en la propaganda electoral opositora y la violencia ejercida en algunas alcaldías contra los candidatos morenistas. En otro frente, la mayoría en la Cámara de Diputados no se perdió —como esperaban los opositores— aunque sí se debilitó un poco y ahora costará más trabajo sacar las nuevas reformas que vengan.
Ante todo lo anterior, Morena tiene una tarea muy grande. Creo que lo principal y más importante que debe hacer es tener unidad en los sectores donde gobierna y donde pretende ganar, pero como principal punto para poder obtener un resultado favorable en el 2024 debe mirar hacia sus militantes y no por dedazo. De lo contrario, su fracaso está anunciado pues, sumada la unión del PRI, PAN y PRD, todo será más difícil porque ya son más votos para los conservadores. Todo está en manos de la 4T, ya es tiempo de concretar proyectos y cumplir promesas para que ‘Juntos hagamos historia’ se vuelva una realidad.
@emmanuel_moya_
Licencia en Derecho y Maestro en Políticas Anticorrupción. Constitucionalista y penalista. Especialista en seguridad.