La Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha lanzado un llamado firme y directo a Morena, su partido, para que se establezcan reglas claras y se refuerce la unidad rumbo a las elecciones de 2027. Su mensaje no solo va dirigido a la militancia, sino que también es una señal de que no permitirá desviaciones que pongan en riesgo el proyecto de transformación nacional que encabeza.
En las últimas semanas, se han encendido las alertas dentro del movimiento por actos que podrían interpretarse como campañas anticipadas o protagonismos fuera de lugar. Claudia Sheinbaum dejó claro que no tolerará estas prácticas, y aunque no mencionó nombres, el mensaje fue contundente: Morena necesita orden, ética y una visión colectiva, no proyectos personales.
Uno de los puntos que ha generado mayor incomodidad es el de la postergación de la reforma que prohíbe el nepotismo, una medida que originalmente entraría en vigor en 2027 pero que el Congreso decidió aplazar hasta 2030. Esta decisión no fue del agrado de Sheinbaum, quien desde su llegada a la presidencia ha insistido en que la transformación también implica una nueva ética pública, libre de privilegios familiares y compadrazgos.
Ante estos escenarios, Sheinbaum está preparando una carta formal dirigida al Consejo Nacional de Morena. En ella, exigirá que se definan ya los criterios para la contienda de 2027, que se eviten actos anticipados de campaña, y que se blinde al partido contra el uso indebido de recursos o de cargos públicos para promover aspiraciones personales.
Su mensaje, sin embargo, va más allá de lo electoral. En distintas intervenciones, la presidenta ha sido enfática: el poder no es para servirse, sino para servir. Ha insistido en que la ambición individual no puede estar por encima del interés colectivo, y ha puesto como ejemplo su propia trayectoria, donde ha privilegiado el trabajo en equipo y la disciplina sobre el protagonismo.
En septiembre de 2024, durante el Congreso Nacional Extraordinario de Morena, Sheinbaum compartió un decálogo que representa su visión sobre el rumbo que debe tomar la izquierda mexicana. En él, llama a evitar divisiones, a mantener la sencillez y la austeridad, a rechazar el nepotismo y el amiguismo, y a no permitir que Morena se convierta en un partido de Estado. También destaca la importancia de seguir en contacto con el pueblo, de no caer en la comodidad del poder, y de elegir candidatos mediante procesos abiertos y transparentes, como la tómbola para las candidaturas plurinominales.
El fondo de su mensaje es claro: Morena no puede repetir los errores del pasado. No puede transformarse en aquello contra lo que luchó. Sheinbaum quiere un partido fuerte, sí, pero también congruente con sus principios, con una militancia activa, crítica y comprometida con la justicia social.
En esta línea, la presidenta del partido, Luisa María Alcalde, ha secundado la postura de Sheinbaum, insistiendo en que Morena debe seguir siendo un movimiento de transformación profunda y no simplemente un vehículo electoral. Ha propuesto incluso una afiliación masiva que permita ampliar la base de militantes comprometidos, alejando al partido de los círculos cerrados de poder.
El respaldo a Sheinbaum ha comenzado a notarse. Figuras importantes del partido, algunas con aspiraciones visibles hacia 2027, han comenzado a moderar sus posturas, conscientes de que una ruptura interna podría costar muy caro. El caso más simbólico es el de un senador que anunció que respetará los tiempos de ley y aplazará su proyecto político hasta 2033, en un gesto de disciplina partidaria.
A tres años de la siguiente gran contienda electoral, Claudia Sheinbaum no solo gobierna el país, también ha decidido tomar las riendas del movimiento político que la llevó al poder. Sabe que, sin cohesión, sin reglas y sin ética, no hay continuidad posible para la Cuarta Transformación. Y aunque falta mucho por recorrer, el mensaje ya está sobre la mesa: o Morena se ordena desde ahora, o el desgaste comenzará a notarse justo cuando más unidad se necesita.
Con su llamado, Sheinbaum no busca frenar aspiraciones legítimas, sino evitar que la anticipación y los excesos se conviertan en el mayor obstáculo para el propio proyecto de izquierda que, según ella misma ha reiterado, todavía tiene mucho que aportar al país. En su visión, el futuro de México no se construye desde la improvisación, sino desde la congruencia, el compromiso y la claridad en el rumbo.