Melissa Cornejo

Sobre la palabra

Hace unos días, el Presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que un sector de la clase media es clasista y tiene una actitud aspiracionista, de querer triunfar a toda costa. Esto hizo que las redes sociales estallaran, pues muchos se sintieron señalados y expuestos al no entender que aspirar a cumplir metas individuales no es malo. Lo cuestionable es alcanzarlas sin importar a quién se perjudique; pertenecer a una clase social y defender los intereses de otra, y repudiar a todo aquel que no tenga los mismos recursos, educación, o color de piel. Es así como el clasismo y el racismo están estrechamente relacionados con el aspiracionismo.

Hubo quien quiso desestimar esto diciendo que la palabra “aspiracionismo” no existe, pues es más cómodo centrar el debate en la existencia de una palabra que en la parte que nos toca reflexionar y modificar.

Cada vez son más las personas que usan el prescriptivismo lingüístico para tratar de rebatir argumentos que no son capaces de desarticular si no es con el clasismo que se esconde detrás de un “así no se dice”. ¿Cuál es el peligro de esto? Simple: si cada que hablamos nos detenemos a pensar si una palabra está bien dicha, existe, y está aceptada por la RAE —y si los prescriptivistas nos darán permiso de hablar—, al final, lo único que estamos haciendo es limitar el lenguaje y la comunicación: estamos limitando nuestra capacidad de expresar e intercambiar ideas.

Sobre la existencia de la palabra, recordaré a Luis Fernando Lara, maravilloso lingüista mexicano, cuando dice que la única palabra que no existe es la que no se dice y que los diccionarios son finitos, mientras que la lengua es ilimitada y aunque un diccionario no contiene la palabra, no quiere decir que esta no exista y no se pueda usar. También explica que la idea de la lengua está compuesta por una serie de valores sociales, de los cuales el principal es el valor del entendimiento: hablamos para darnos a entender, hablamos para comunicar. En este sentido, no es tan importante si algo está bien dicho, sino que el otro pueda entender.

Trascendida esta cuestión, citaré tres de los cinco axiomas de la comunicación propuestos por Paul Watzlawick, teórico, filósofo y psicoterapeuta.
Axioma 1: Es imposible la no-comunicación, más allá de las palabras, o a pesar de estas.
Axioma 2: Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación. Es el aspecto conativo (cómo se dice) lo que, una vez más, trasciende a la palabra.
Axioma 4: Nos comunicamos de manera digital y analógica. La palabra no es lo único que es capaz de significar.

Podemos concluir que no importa mucho si la palabra aspiracionismo es reconocida por la RAE; importa el debate que generó y que todos fuimos capaces de entenderla o interpretarla al grado de poder discutir sobre ella y todo lo que nos representa. Por lo tanto, las palabras existen en tanto que las nombramos, en tanto que significan. Las palabras existen porque la lengua es un ente vivo construido por el hablante.

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