Ciudad de México a 17 mayo, 2025, 12: 40 hora del centro.
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Sólo un instante: la Consulta Popular y la memoria histórica

Me quedé en el auto esperando a que mi esposa e hija fueran a votar. Ellas no concebían mi postura en ese instante.

Ahí no hubo debate, solo un silencio incómodo y, a su regreso, mi hija me encaró: “Me sorprendes, padre”, me dijo. Yo, a mis adentros, pensé: “¿Debato con ellas ahora? Será un debate interminable; no obstante, el silencio incómodo provocó abrir la discusión”. Quien me conoce sabe que soy un tipo testarudo, pero también de convicciones como negociador y en general bien informado… Es difícil que me deje llevar por la opinión mayoritaria, inclusive eso me hace ser escéptico. 75 años de gobiernos absolutos, sobre todo con el PRI y un poco con el llamado voto inútil por el PAN, me ha hecho ser mucho más escéptico. Eso me pasa con la Cuarta Transformación, igualmente no me gusta el voto fácil y puede ser que mi postura no me dejaba ver las ventajas comparativas de una acción pública del tamaño de la Consulta Popular recientemente realizada.

Cuando escuché con atención los argumentos de mi hija y la radicalidad de mi esposa, empezó mi defensa —justamente eso, mi defensa—, claro, mi argumentación. Dije, por ejemplo, que la consulta no debería hacerse; un funcionario, secretario, subsecretario, o expresidente debe ir a la cárcel si hay elementos de prueba de su falta de probidad, abuso de autoridad o incluso de crímenes de lesa  humanidad; dije que consultar los derechos humanos, no es una práctica democrática, sino que debería ser una acción de justicia, no de suma de votos en un sentido o en otro.

Enjuiciar a un presidente de nuestro país, según la constitución, solo se logra por traición a la patria. Yo pienso que a un expresidente se le puede enjuiciar por traición a la patria por los hechos enunciados arriba y por muchos más, como la corrupción, el enriquecimiento inexplicable y directamente por la desaparición forzada o apoyo directo —o indirecto— a alguno de los carteles del crimen organizado (en contra de otros que no que no eran afines al grupo en el poder); me refiero concretamente a Genaro García Luna y a Felipe Calderón Hinojosa.

Cuando ambas me explicaron que la pregunta de la consulta no se refería al juicio a los expresidentes, empezó a surgir mi sensación de incomodidad y de duda. Por un lado, pensé que mala publicidad del INE, de divulgación de Morena del Gobierno Federal, del Presidente y, por otro lado, sentí que no tenía la información suficiente y que podría estar cometiendo un error.

Exactamente en ese instante vinieron a mi mente a borbotones recuerdos de un rosario de agravios del poder público sobre la población, y recordé a una entrevista que realizó Carmen Aristegui a una mujer que, por temor, pidió que su voz fuera distorsionada. Ella narró con horror el abuso asqueroso de policías federales y estatales del Estado de México con más de 80 mujeres que fueron sometidas, vejadas y violadas colectivamente en un camión. Entre ellas se encontraban militantes en contra del aeropuerto de Texcoco, impuesto por Vicente Fox Quesada, periodistas, algunas españolas y jóvenes que sólo pasaban por ahí. El horror de la narración nunca se me ha olvidado, pero más que los responsables directos, los policías federales y estatales, están Eduardo Medina Mora Icaza, Enrique Peña Nieto —entonces gobernador del Estado de México— y Vicente Fox, quienes quedarán impunes y se protegieron unos a otros hasta el grado que no hay un solo condenado por ese espantoso hecho.

El caso de Eduardo Medina Mora es más impactante para mí. Walo, le decíamos de niño, es primo mío… Ya desde esa edad era una fichita que quemaba lotes baldíos solo por diversión. A él no sólo no se le castigó, sino que se le premió hasta convertirlo en juez de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. A Peña Nieto se le premió con como presidente. Vicente Fox se llevó a su rancho hasta el papel de baño de los Pinos y cuadros catalogados por INBA que exhibe como propios.

Así vinieron a mi mente en unos momentos muchos más recuerdos, como la vergüenza del FOBAPROA que provocó la quiebra masiva de miles de empresas y emprendedores, así como ciudadanos que acabaron suicidándose y que, de un día para otro, perdieron todo su patrimonio. Fue una decisión absolutamente arbitraria e injusta, pactada entre el PRI y el PAN —liderada por el entonces diputado Felipe Calderón—, que se aliaron y convirtieron en deuda pública una decisión equivocada de política económica. Esto dejó a grandes banqueros del país impunes y ahora sigue siendo una carga impositiva para el resto de los mexicanos que cada año estamos pagando. ¿Cómo olvidar los miles de millones de pesos que la clase empresarial ha evadido en impuestos? Esos gobiernos les eximieron el pago, les otorgaron cientos de facilidades con sueldos injustos —y a través de terceros— a empleados; vamos, no pagaban ni la luz. Se enriquecieron a manos llenas, exportaron nuestro dinero y, encima, le damos las gracias por generar empleos. ¿Estamos locos o ya perdimos la memoria?

Terminando esa reflexión y dándome cuenta de que el poder judicial en este país está podrido, en ese instante cambié mi decisión. Dejé a mi hija y mi esposa en casa y fui a votar, el “viene viene” me dijo: “usted ya había venido” y le respondí: “sí, en efecto, pero ahora si vengo a votar”.

Fue recordar y evitar que se perpetúe la impunidad lo que me llevó a cambiar mi decisión. Claro, igual queda el temor de que —por diferentes razones, no son solo imputables al INE— la votación apenas llegó casi a los 7 millones y que quien iba a votar iba convencido por el “sí”. Por eso, no es  de extrañar que no hayan votado todos los que quieren que vayan a juicio los expresidentes y funcionarios (de alto o bajo nivel) involucrados en estos agravios a México. Me apuro a decir que la mayoría está convencida de que la justicia tiene que aplicarse; por supuesto el PRI y el PAN, principalmente, no querrán que sean precisamente sus mentores los que vayan a prisión.

Agradezco a mi hija Julia y mi esposa Ana la lección que me dieron, me ayudaron en un instante a recuperar la memoria en esta primera consulta popular. Esto es justicia restaurativa.

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