Paco Ignacio Taibo nos regala con Temporada de Zopilotes un retrato crudo y revelador de los errores del movimiento maderista, que, al subordinarse a las políticas y los intereses de sus enemigos, terminó siendo devorado por la misma estructura de poder que intentaba transformar. En este libro queda al descubierto la falta de un verdadero programa revolucionario que pudiera representar a los obreros y campesinos pobres, así como la traición de aquellos que, disfrazados de aliados, acabaron por consolidar un nuevo orden que benefició a las mismas clases privilegiadas. La Revolución Mexicana, lejos de ser un cambio real, fue secuestrada por caudillos y élites políticas que solo buscaban el poder.
El paralelismo con el presente es inevitable, refiriéndonos al tema de los medios de comunicación, pues hoy en día, este sector sigue recurriendo a estrategias de desinformación y manipulación con tal de vender narrativas que favorecen a ciertos sectores de poder. Uno de los casos más recientes y delicados es el de Teuchitlán, Jalisco, donde diversos medios comenzaron a describir el Rancho Izaguirre como un «campo de exterminio» o un «campo de concentración», equiparando su existencia con los horrores de la Segunda Guerra Mundial. ¿Hasta dónde pueden llegar las exageraciones con tal de captar la atención del público? Este acto de manipulación no solo es un atropello ético al periodismo, sino también una burla para la memoria histórica de la humanidad. Este tipo de coberturas buscan generar una reacción visceral en la opinión pública, apelando al miedo y la indignación antes que a la verificación objetiva de los hechos. ¿Hasta dónde pueden llegar las narrativas construidas con tal de vender una historia impactante?
Taibo menciona que, una revolución es también la oportunidad para que proliferen oportunistas, y demagogos (es decir, «zopilotes»), que haciéndose pasar por amigos de los pobres en rebelión, prometieron vida digna para ellos. Esta dinámica no ha cambiado con el tiempo; los zopilotes opositores de hoy han encontrado en los medios de comunicación un instrumento para manipular la percepción pública y venderse como defensores de la verdad, cuando en realidad responden a intereses particulares.
La creación de narrativas que distorsionan la realidad responde a la necesidad de algunos medios de consolidar su influencia en la opinión pública. La información, en muchos casos, deja de ser un servicio a la verdad para convertirse en un arma de combate político y social. La cobertura de ciertos medios sobre Teuchitlán, es un claro ejemplo de cómo se construyen escándalos a partir de hechos aislados, tergiversando la realidad para generar indignación y polarización. La falta de rigor en el tratamiento informativo, la omisión de contextos y la exageración deliberada son herramientas que buscan impactar emocionalmente al lector más que informar con responsabilidad.
Esto nos lleva al concepto de la «posverdad», en el que los hechos objetivos quedan relegados ante las emociones y creencias personales, a menudo influenciadas por los medios de comunicación. La narrativa construida en torno al Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, parece responder a un patrón recurrente en el que se exageran crisis y se refuerzan discursos alarmistas para favorecer determinados intereses opositores.
Un ejemplo de ello fue lo señalado en la conferencia mañanera del 24 de marzo de 2025 por el periodista Manuel Pedrero, quien explicó que, durante la visita del jueves 20 de marzo de 2025 a Jalisco, dos medios de comunicación (Televisa y Latinus) habrían recibido trato preferencial, accediendo a las instalaciones del Rancho Izaguirre antes que el resto de la prensa. Asimismo, mencionó que algunos reporteros se embarraron tierra en la ropa con el propósito de dramatizar la cobertura del evento.
Más allá de este caso específico, preocupa no solo la posible difusión de información manipulada a modo, sino también el impacto que esto tiene en la percepción pública. La construcción de narrativas que apelan al sensacionalismo y la manipulación emocional puede alterar la realidad de los hechos y afectar a las familias involucradas, lo preocupante no es solo la difamación, sino la manera en que se juega y lucra con el dolor de las familias mexicanas para fabricar historias que favorezcan y beneficien a ciertos grupos con la campaña sucia construida alrededor del caso.
La historia, como bien señala Taibo, en este momento está llena de zopilotes que merodean esperando la oportunidad para devorar lo que puedan de un movimiento popular. Pero la historia también nos enseña que los pueblos despiertan y que las mentiras, por más elaboradas y financiadas que sean, no pueden ocultar la realidad indefinidamente. La manipulación mediática puede ser poderosa, pero también es efímera ante la necesidad de verdad de una sociedad cada vez más crítica y consciente de los juegos de poder que se esconden detrás de las noticias y de los medios corporativos.
En este sentido, la crítica a los medios no es un ataque a la libertad de expresión, sino un llamado a la responsabilidad informativa. La manipulación de la información no solo afecta la percepción pública, sino que también puede desviar la atención de problemas estructurales que requieren solución.