El Presidente Andrés Manuel López Obrador está siendo plenamente coherente con los firmes principios de la Doctrina Estrada como pilares de la diplomacia mexicana: la no intervención y la autodeterminación de los pueblos. En tiempos convulsos en el plano internacional —como los que estamos viviendo— son muy necesarios los llamados a la serenidad y a la cordura para que la guerra no termine por ocupar el legítimo lugar que tiene la política para la solución de los conflictos.
Hoy somos testigos de una escalada de acciones belicistas que siguen aumentando en Medio Oriente, comenzando con el asedio militar y la catástrofe humanitaria que pesa sobre la población palestina de la Franja de Gaza; agravado ahora con nuevas tensiones por la reciente demostración de fuerza de la República Islámica de Irán en contra de instalaciones militares de Israel.
Frente a este escenario de conflictos sostenidos, la postura titular del Ejecutivo mexicano reitera que la guerra solo puede acarrear mayor sufrimiento y muerte a los Pueblos del mundo, porque invariablemente son afectados los más débiles, cuando se impone la ley del más fuerte.
Cualquier atisbo de conflicto entre entidades que poseen armamento nuclear debe ser motivo de preocupación para el mundo entero, porque nunca es mejor aplicado el principio ético que llama a abandonar la llamada ley de Talión, el famoso “ojo por ojo y diente por diente”, que solo provocará que todos quedemos tuertos y chimuelos. La violencia entre gobiernos solo deriva en más violencia, y en ese escenario perdemos todos.
Este llamado a la mesura y al diálogo no puede ser calificado de intervencionista, como tampoco lo es cuando se decide no tomar partido por ninguna de las partes enfrentadas, justo como sucedió al inicio del enfrentamiento entre Rusia y Ucrania en febrero de 2022. No podemos ser ingenuos, sabemos que en el mundo existen hegemonías políticas y militares que intentan inclinar los conflictos a su favor, a costa del sufrimiento de millones de seres humanos.
Sin embargo, el ejercicio de la Doctrina Estrada tampoco implica una neutralidad aséptica o apolítica que avale los crímenes con su silencio. El mismo AMLO ha denunciado las continuas injusticias que se cometen en contra de los gobiernos bajo asedio en América Latina o en contra de los representantes de opciones populares o progresistas. La denuncia de la élites empresariales y mediáticas —que también son transnacionales— es una obligación política de todos quienes luchan a favor de los Pueblos oprimidos.
Cuando cualquier aprendiz de dictador decide imponer el Estado de excepción para mantenerse en el poder bajo el discurso de la fuerza, cuando cualquier junior se siente envalentonado para asaltar una embajada y atropellar el derecho al asilo para perseguir a sus adversarios políticos o cuando se bombardean a civiles o consulados en terceros países sin ninguna respuesta de los integrantes de las Naciones Unidas, se tiene que tomar postura denunciando la colusión entre las fuerzas autoritarias y fascistas que se siente avaladas por alguna potencia hegemónica o por algún grupo de interés.
Tomar postura por la soberanía como autodeterminación de los Pueblos es de los mejores ejemplos que México sigue ofreciendo al mundo. Respetar irrestrictamente el marco legal internacional que se construyen con el alto ideal de alcanzar la paz y la fraternidad entre las naciones es una obligación a la que seguimos haciendo homenaje como Pueblo que ha sido atropellado por los afanes expansionistas y coloniales que siguen activos en el mundo.