El verdadero problema en México se llama Narcopolítica. El poder de los cárteles, en especial el de Sinaloa, es resultado de la corrupción de presidentes y secretarios de Estado. Políticos del más alto nivel se han convertido en millonarios gracias al narco, como ocurrió en los sexenios de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón.
El operativo de hace dos semanas en Culiacán fue un error, pero el tema ya no puede seguir siendo ese. Concentrémonos en lo importante: desarticular el entramado narcopolítico de México. Sólo así se pacificará el país.
Después de Culiacán se debe afinar la estrategia de seguridad. Tenemos 70 mil elementos de la Guardia Nacional desplegados y 5 mil millones de pesos congelados de la delincuencia organizada; tenemos a un narcoabogado en la cárcel y a un narcoministro fuera de la Suprema Corte. Las guerras no se solucionan con balas, sino con política. Por eso es necesario que, después de desmantelar el narcogobierno, se sienten a la mesa todos los actores. Lo que sigue es una amnistía.
Aquí van tres razones:
1.- La necesidad de reparar a las víctimas. Toda amnistía implica una Comisión de la verdad. La prioridad debe ser reparar el daño a las millones de mexicanas y mexicanos que han sido violentados: las familias de los cientos de miles de muertos y desaparecidos, el sinnúmero de personas que han sufrido abusos. Sanar esa herida inmensa debe ser el objetivo primero de la pacificación del país. Es un proceso social muy doloroso que lleva años y que debe comenzar ya.
2.- La necesidad de hacer justicia ante crímenes de lesa humanidad. La justicia no funciona en México. Ante la necesidad de reformar el sistema de justicia es necesario que se aplique el derecho penal internacional a los delitos gravísimos que no han recibido un procesamiento justo, como la desaparición de los 43 en Ayotzinapa y el secuestro masivo de familias en Allende, Coahuila. Tenemos que hacer llegar el material probatorio para que un tribunal internacional formado por jueces y fiscales internacionales generen sentencias. La propia sociedad decidirá si desea o no dar la amnistía a ciertas personas, tomando en cuenta criterios de justicia transnacional.
3.- La necesidad de sentarse a negociar en el marco de la ley. El Estado sí puede negociar con algunos miembros de la delincuencia organizada, pero otorgando beneficios procesales en el contexto de un código procesal fuerte. Que únicamente se den esos beneficios cuando haya de por medio penas y decomisos menores realizados a miembros de los cárteles que decidan colaborar con la justicia. Esto no debe ser motivo de indignación. Toda democracia sana y civilizada negocia procesalmente en el marco de la ley.
El Presidente tiene su forma de comunicar y elige qué decir y qué no decir. Pensar que lo que propone con una amnistía es un pacifismo ingenuo es equivocado. La estrategia de seguridad es pública y podría ser mejor comunicada. Lo mismo la amnistía. Reducirla a hacer las paces con la delincuencia es un argumento chafa de la oposición.
Por primera vez en la historia política de México hay una Unidad de Inteligencia Financiera que hace su trabajo. Dos de los grandes capos de la narcopolítica ya cayeron: Juan Collado y Eduardo Medina Mora. La estrategia es la correcta. Ahora hay que reforzarla.
Juan Carlos Reyna. Escritor, músico y productor de contenidos mexicano. Su libro más reciente es El Extraditado, basado en sus conversaciones con el fundador del Cártel de Tijuana. Es productor periodístico de Confesiones de un sicario, nominado a los premios Emmy, e investigador de la primera temporada de Narcos México, de Netflix. Como músico fue colaborador durante una década del Colectivo Nortec.
@juancarlosreyn_
Otros textos del autor:
-Hipólito Mora no se va a rendir
-Una mañana con el Comandante Borolas