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Un brindis y una reflexión

En tiempos de unión y buenos deseos, me gustaría invitar a la reflexión de lo que hemos cosechado con el devenir de los años, nuestra madurez personal y social.

Para la mayoría de las y los mexicanos, el festejo del 25 de diciembre remite a la natividad de Jesucristo, el hijo de Dios —un iniciado en el plano de divinidad y ocultismo—. Cualquiera que sea la cosmovisión, no podemos desligar la fecha de conceptos como: paz, unión, reconciliación, felicidad, compartir, agradecer; reflexión en general.

Sin embargo, el anterior listado, aunque no se reconozca a priori, se ha tornado de las más remotas prioridades en gran porcentaje de la población. Esto no porque seamos mejores o peores seres humanos, sino que la suma de intereses y necesidades se sobrepusieron a valores tan intrínsecos, como el bien común.

Resulta que, desde hace décadas, en México comenzó a gestarse un fenómeno perverso, cuya batuta fue tomada por los titulares del Ejecutivo federal (lo que no se hizo esperar a todos órdenes de gobierno), generando una condición de desigualdad.

Por ahí de 1964, un personaje de apellido Díaz Ordaz llegó a la presidencia de este país (con apenas 41 millones de habitantes) y se volvió un ícono de la violación a derechos humanos, pues nadie olvidará la matanza de Tlatelolco; luego de él, se postularon otros cuántos, que parecieron solo llegar a servirse en lugar de servir.

Para 2012 (cuando ya éramos alrededor de 124 millones de personas), sin que nadie lo supiera, se acercaba el final de ese oscurantismo gubernamental, a cargo de Enrique Peña Nieto, quien no titubeó en darnos una histriónica despedida, donde las más anecdóticas escenas de esa película del terror, incluyen: matrimonios por contrato, donde los honorarios de los protagonistas, se pagaban del presupuesto público o de la conformación de empresas que ordeñaban a las paraestatales; uso de áreas naturales protegidas, donde lo único “protegido” fue el bolsillo de empresas particulares; otra matanza a jóvenes estudiantes, y por supuesto, salidas triunfales en todos niveles de gobierno, de personas servidoras públicas señaladas en hechos de corrupción.

Sin afán de querer vivir en el pasado, ese brevísimo y, solo ejemplificativo, recuento, tiene con objetivo, tratar de explicarnos porqué, frases tan lamentablemente célebres, comenzaron a acuñarse. Aquí algunas:

¡En este país no haces lo que quieres, sino lo que puedes!
¡Te tocó la ley de Herodes, o te chingas o te jodes!
¡Están jodidos porque quieren!

Toda esa impunidad, normalizó los hechos más lacerantes para la sociedad: corrupción en toda esfera del gobierno, desvío de recursos públicos, sanguinarias privaciones ilegales de la libertad, desapariciones forzadas, y así podría seguir, para enfatizar que lo desencadenado fue una indebida y letal resignación. Pues con denotada apatía, la gente comenzó a aislarse, y perder el sentido de la solidaridad, ya nada importaba, más que recibir la quincena, esperar que los de casa estuvieran bien y mejor, aun si ello implica pasarle encima a alguien más. Creo que el concepto de compañerismo se sustituyó por competencia con propósitos desmedidos y nocivos.

El concepto que deseo retomar es el bien común, donde encontramos comunes denominadores como colectividad, bienestar, felicidad, igualdad. Elementos tan tangibles cuando se trabaja en equipo y con la clara convicción de servir, abonar y construir en equipo. Es imperante acabar con las injusticias, se desea que cada uno tenga lo que le corresponda, pero ese camino es imposible sin cada persona no interioriza que la valía de sus necesidades y aportación es tan grande como la de otras más.

Es un buen momento de reflexionar, cuánto ha padecido nuestra sociedad, y bajo qué políticas e ideales hemos progresado más. Con crítica objetiva, califiquen la fórmula con la que hoy México se renueva.

Hagamos conexión con la vida. Me siento inspirada y bendecida porque fue un gran 2024; tal afirmación ocurre en la medida que construí en compañía de mi familia; impartí justicia con toda legalidad, aportando desde mi trinchera a la sociedad; crecí y me permití asumir mis errores, para recomponer.
Reconozco y honro, la oportunidad de hablar desde el privilegio, cualquiera que éste sea y como se haya logrado en cada persona. Pero desde el escalón en que la vida nos permita estar parad@s, sumemos con humildad y el firme entendimiento de que, si el prójimo está cubierto en toda su esfera de necesidades, en automático, el sistema generará un efecto positivo espejo en toda la sociedad.

¡No olvidemos que como es arriba es abajo! Gracias por este año, bienvenidas las 365 nuevas oportunidades que la vida nos aguarda, en este 2025.

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