En México, retomando la noción de “siglo largo” que nos legó el gran historiador marxista, Eric Hobsbawm, podemos afirmar que el siglo XXI comenzó en 2018. Diferenciar los procesos históricos de los límites fijos de los calendarios sirve para analizar a gran escala, el devenir de las diferentes generaciones que protagonizan esos procesos. Porque un nuevo ciclo se abrió con el triunfo del Pueblo organizado que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México. Si el régimen neoliberal se implantó durante más de tres décadas operado por los partidos tradicionales, replicando la estructura del saqueo institucionalizado que estableció Porfirio Díaz, con la Cuarta Transformación, a manera de nueva revolución mexicana, ahora obstinadamente pacífica, estamos viviendo un verdadero cambio de régimen.
Más claro aún, cuando este pasado domingo 2 de junio, casi el 60% del electorado ha demandado con su voto, la profundización del proceso de Transformación que ha vuelto a priorizar la justicia social como condición obligatoria para alcanzar la verdadera democracia mexicana, como el régimen político que termine de consolidar el bienestar de las grandes mayorías al que aspiraron las y los impulsoras de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Estamos presenciando la vuelta simbólica del Pueblo explotado al escenario político, es decir, todos aquellos mexicanos que habían sido secularmente negados, junto a su cultura siempre menospreciada por las elites que se encumbraron en el poder. Hoy somos participes de esta plena regeneración de nuestra Nación, que se contagia en todos los sectores sociales, pero se vive con orgullo entre los más pobres y humildes.
Pero más allá del optimismo que siempre se nos escatima a la izquierda, distingamos los hechos para sacar lecciones de esta última elección presidencial gracias a la politización y la conciencia de todo el Pueblo:
- La guerra sucia fracaso estrepitosamente, a pesar de los millones de dólares invertidos en un aparato de desinformación operado en las redes sociales, en coordinación con la abierta campaña de calumnias impulsada por medios internacionales para vincular al Presidente con el narcotráfico, sumados a la estridencia de las opiniones de la “comentocracía” mexicana, que solo tienen resonancia entre ellos mismos. Ninguno de estos golpes bajos logró cambiar la voluntad mayoritaria de los electores.
- La oposición no entiende cual es la realidad mexicana, porque más allá de quien tome las decisiones políticas en el seno de los sectores conservadores, solo una visión distorsionada, aunado a la caricaturización de la cultura popular que reivindica el Presidente, pudo considerar que la frivolidad y la doble cara de la candidata Xóchitl Gálvez pudiera disputar la representatividad de las demandas del Pueblo de México, que AMLO ha retomado como fundamento de una postura ética-política como es el humanismo mexicano.
- El plan C es un mandato del Pueblo, expresado contundentemente en las urnas puesto que a nadie puede llamarse a sorpresa, frente a las demandas y reivindicaciones que ahora se impulsarán desde las cámaras que conforman el poder legislativo mexicano. Cuando el viejo sistema político emprende campañas de lawfare o abiertas guerras judiciales en contra de los gobiernos legítimos, o cuando las instituciones “autónomas” solo defienden los intereses de las oligarquías erosionando las funciones del gobierno de México, es fundamental volver recurrir a la soberanía del Pueblo para seguir rediseñando al Estado de Bienestar mexicano que nos abarque a todos y nos proteja a todos, pero siempre priorizando a los pobres. Esa nueva mayoría legislativa que operará a partir de septiembre, solo es expresión de una voluntad mayor que se volvió a expresar con legitimidad y legalidad en las urnas.
- Los jóvenes votaron por la Transformación, y desde todos los sectores sociales se expresó un claro apoyo mayoritario al proyecto político que ahora pasará a encabezar Claudia Sheinbaum. Y este solo hecho, echa abajo toda las “narrativas” que auguraban desastres debido a la “polarización” que solo ellos reconocían en nuestra sociedad. Es decir, lo que realmente se lamentaban era la perdida irremediable de la hegemonía política que los sectores dominantes detentaron por décadas, y que ahora, los sectores que había sido relegados, reclaman ahora como su legítimo derecho a una verdadera democracia que recién estamos conociendo.
Porque para interpretar a este nuevo siglo mexicano, baste sumar que aún entre los millones de mexicanos que son opositores a esta Transformación, existe el consenso de la importancia de reivindicar los derechos tanto en las urnas como en las movilizaciones en las plazas. Una convicción que justo proviene de las luchas de izquierda, hoy podemos afirmar que es un consenso entre el 61% de los mexicanos que participaron en este gran referéndum sobre el futuro de México que acabamos de vivir. La ruta que tomamos desde 2018, hoy está más perfilada para profundizar la Transformación.