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Un verdadero hombre nunca habla bien de la clase empresarial

El segundo debate presidencial fue un espectáculo poco grato para las y los mexicanos que buscan entender los distintos proyectos presentados para la contienda electoral del 2 de junio de 202. Por segunda ocasión la organización del evento dejó mucho que desear desde la iluminación, la selección de preguntas ciudadanas y la moderación.

Más que la presentación de proyectos por parte de los candidatos opositores, fuimos testigos del nulo entendimiento de memes y calacas chidas de quienes lo único que aportan a la agenda nacional son eso, memes… pero de ellos mismos. Presenciamos una tiradera de diapositivas y ocurrencias que en su lógica podrían calificarse de “populistas”, como el aumento del salario mínimo a $10,000 al mes y la condonación de impuestos a los contribuyentes que ganen menos de $15,000.00, que pudieron haber sido promovidos desde el poder legislativo por estos candidatos y nunca lo hicieron; hoy, con los reflectores encima, pretenden convencernos de que van a hacerlo.

El Obradorismo ha permeado por completo la política mexicana. Ya nadie critica los programas de bienestar, los aumentos al salario mínimo ni la reducción de la carga fiscal a los que menos ganan. Vimos a las candidaturas opositoras proponiendo lo que solo el Presidente López Obrador había puesto sobre la mesa desde 2006 y ha cumplido: la creación del Régimen Simplificado de Confianza para reducir la carga fiscal del 25.4% al 2.5% y el aumento del salario mínimo de manera histórica en 110%, pasando de $2,650.00 al mes en 2018 a $7,468.00 en 2024.

Pero cae más rápido un hablador que un cojo, y no hay nadie tan hablador como un candidato del PRIAN. Xóchitl Gálvez, al ser cuestionada acerca de su postura sobre la reducción de la jornada laboral a 40 horas, respondió:

“Yo estoy a favor, siempre y cuando le demos a los empresarios la posibilidad de quitarles tanta carga fiscal y ponerles tanta inseguridad que no pueden transitar. Apoyemos a los empresarios y van a ser los primeros que van a querer bajar la jornada laboral”.

Más allá de los agramatismos y la dispraxia verbal de la candidata del PRIAN, con esta propuesta muestra de cuerpo entero cómo ve los derechos laborales, como un favor de los empresarios hacia los obreros. Para ella, es más importante la reducción de la carga fiscal a los patrones que enfocarse en reducir las esclavizantes 48 horas semanales que ya contrastan con las tendencias mundiales que buscan semanas laborales de 32 horas.

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 10.3 millones de trabajadores en México excedemos el límite de 48 horas semanales trabajadas sin que estas sean efectivamente pagadas como lo marca la ley federal del trabajo. Las extendidas jornadas de trabajo aumentan los índices de consumo de alcohol, tabaco y sedentarismo, así como ansiedad, depresión, hipertensión y riesgo de diabetes. El corazón que muestra Xóchitl en sus espectaculares y spots no tiene lugar para los millones de mexicanos que mueven al país; en ese corazón neoliberal solo hay espacio para los empresarios que, con chantajes como “ponerse la camiseta” y abusando de la necesidad de las personas trabajadoras, se valen para convertirse en abusadores seriales de derechos laborales y humanos de quienes generan valor en sus empresas.

Los derechos laborales nunca han sido un obsequio de la clase empresarial y mucho menos del matrimonio neoliberal entre políticos corruptos y patrones ambiciosos en México. Durante años, fueron estos quienes se oponían al aumento del salario mínimo, a la reducción de la jornada laboral, al aumento de las vacaciones, a la libertad sindical y estaban a favor de la precarización laboral y simulación patronal por medio del outsourcing. No olvidemos que la 4T ha sido el periodo en donde más han avanzado los derechos laborales y no seguir construyendo el segundo piso de esta sería un balazo en el pie de la clase obrera.

Esto no quiere decir que no haya aún trabajo por hacer; la cultura tanto de trabajadores como de patrones y del charrismo sindical no permite quitar estigmas que violan los derechos laborales. Es la obligación de todas y todos los trabajadores de seguir luchando por el cambio cultural y jurídico que este país necesita para que la clase obrera goce digna y plenamente de la libertad y felicidad que da el trabajo.

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