Hay muchas cuestiones que diferencian al gran movimiento de la Cuarta Transformación del conservadurismo mexicano, entre las más importantes, sin duda, están las cuestiones sobre cómo confrontar la inseguridad en el país. Desde el inicio, las políticas de la 4T se han enfocado en combatir los orígenes buscando la recomposición social tan quebrantada por las despiadadas olas de violencia de terror por la “guerra contra el narco” de Felipe Calderón, que marcó a toda una generación de mexicanos y cuyas graves consecuencias se siguen sintiendo, sobre todo en los estados del norte y sur del país.
Ante este escenario, la visión humanista de nuestro gobierno se refleja en políticas y proyectos sociales para combatir los orígenes de la violencia y la inseguridad. En consecuencia, se ha combatido la desigualdad como nunca, se han dado oportunidades a las y los jóvenes, y emblemáticamente se han construido espacios dignos para la reconstrucción de los lazos sociales de las comunidades más olvidadas y golpeadas, como las UTOPIAS en Iztapalapa, empujadas por la gran labor de nuestra ahora candidata a Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada.
Si bien la violencia sigue siendo el mayor problema a combatir, en este periodo de campañas se ven claramente dos visiones para combatirla. La candidata del conservadurismo, Xóchitl Gálvez, en otro reflejo de que carecen de un proyecto político, ha expresado su intención de construir más cárceles y atacar la violencia con más violencia, muy fiel al estilo prianista, pues está demostrado que es el odio lo que los conduce, el odio de ver a un México donde los que por años estuvieron rechazados por el neoliberalismo hoy se sienten representados y la rabia de ver que la inseguridad se puede combatir desde lo social y no respondiendo a directrices meramente económicas.
Por su parte, las UTOPIAS (que la próxima Jefa de Gobierno de la CDMX piensa replicar en todas las alcaldías) han demostrado que se puede reconstruir el tejido social, con el gran ejemplo de la reducción de la inseguridad en la alcaldía más poblada, esto sin mencionar el sistema de cuidados que de ello emana, y la dignidad de espacios para las y los más pobres sin pretextos, sin deudas, sin robar y con mucho compromiso.
Claramente no somos iguales, claramente solo hay un camino, y ese camino es avanzar hacia la utopía de reconstruir un México desde lo más entrañable de la sociedad. Eso dará mejores y más duraderos resultados a nuestro futuro. Debemos tener mucho cuidado para que el modelo de Bukele en El Salvador no sea usado como pretexto para las políticas conservadoras de toda la región, incluido México, pues El Salvador es un caso particular en donde las consecuencias de las prácticas anti derechos humanos aún no se ven reflejadas.