Tanto en política como en la vida en general, siempre se pueden encontrar ciertas coincidencias con personas o partidos que tienen proyectos o visiones distintas. Sin embargo, muchas veces también puede caber la posibilidad de que las diferencias que impiden impulsar una agenda en común sean fundamentales; es decir, de principios.
Este es el caso de Morena con los partidos coaligados en Va x México, o como sea que se llame la alianza en cada estado. Nunca será posible coincidir porque hay diferencias de principios muy profundos: mientras los partidos conservadores aspiran a llegar al poder para recuperar sus privilegios, el partido obradorista busca construir una patria más justa. Claro que aún hay a quienes les falta envolverse más por el espíritu popular de la Cuarta Transformación —sobre todo en gobiernos locales—, por eso es fundamental que la formación política sea constante y permanente; pero lo que de un lado son raras excepciones, del otro son la regla.
La actual contienda electoral sirvió también para demostrar que los de siempre siguen creyendo que México es de su propiedad, que por derecho les pertenece. Lo demuestran al continuar tratando a las y los votantes como si fuesen la inversión de algún negocio que les terminará redituando. Es decir: pretenden comprar el voto por medio de regalar despensas, aparatos electrónicos o dinero en efectivo. Para ellos, hacer una inversión de unos pocos millones no es nada, porque ya saben que, de ganar terminarán robándose varios cientos de millones más.
Por otro lado, en Morena no se tienen recursos ilimitados ni se cuenta con una infinidad de productos para “obsequiar” —y lo pongo entre comillas porque claro está que esperarán el voto a cambio—; tampoco con miles de lonas para colgar por todo el espacio público o con una autoridad electoral verdaderamente imparcial. Lo que sí se tiene es un proyecto, el ejemplo de un líder verdaderamente humanista y la esperanza de acabar —de una vez y por todas— con la política neoliberal en la que solo valía la ley del más fuerte. Antes, la justicia, la igualdad y la dignidad pasaban a un segundo plano.
Por eso, el PRI, PAN y PRD —y MC, aunque pretendan vernos la cara con el cuento de que son la tercera opción— pueden convivir tan bien entre ellos, porque en el fondo siempre fueron lo mismo, siempre concibieron la política y el poder de la misma forma. Morena es el único partido que puede hacerle contrapeso a la mafia partidista de siempre, pero para eso es necesario ganar la mayoría en el congreso; de lo contrario, los otros seguirán teniendo a los medios de comunicación, a las cúpulas empresariales y al congreso de nuevo.
Para concluir, es importante mencionar que es por todos los motivos anteriores y muchos otros que el partido que llevó a Andrés Manuel a la presidencia nunca podría aliarse o coincidir con los otros en cuestión; la diferencia de principios es profunda. Y no es algo por qué preocuparse, la política es también un conflicto necesario por construir visiones de mundo. En este caso, hay una camarilla que busca regresar a un México de privilegios, individualismo y corruptelas por un lado; mientras que del otro hay una mayoría que aspira a consolidar un proyecto incluyente y popular para darle patria al olvidado.