“Todos nos prostituimos, Grace. Simplemente vendemos diferentes partes de nosotros.”
Thomas Shelby, Peaky Blinders.
El pasado mes de abril, el presidente del Gobierno de España anunció el fin del visado de residencia para inversores bajo el supuesto de adquisición de bienes inmuebles con valor igual o superior a medio millón de euros[1]. La «visa dorada» española fue aprobada en el verano de 2013 como un mecanismo para atraer capital extranjero en plena crisis financiera derivada de las estrictas medidas de austeridad impuestas por Alemania a Portugal, Italia, Grecia y España como condición para recibir ayuda financiera en forma de préstamos y programas de rescate por parte del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, y la Comisión Europea, conocidos como «la Troika».
Sin embargo, los recortes al gasto público, las reformas al mercado laboral y al sistema de pensiones, los aumentos de impuestos y las privatizaciones que les impusieron a los países, que de manera despectiva llamaron PIGS[2], significaron una cuantiosa transferencia de riqueza hacia los países del norte de Europa —que ya se habían beneficiado por el auge económico derivado del endeudamiento de sus vecinos del sur—. Esto lo hicieron en detrimento del empleo, los servicios públicos y el bienestar general, provocando tensiones sociales y políticas, incluyendo protestas y manifestaciones ciudadanas en contra de las medidas de austeridad impuestas.
Así como una elegante y refinada dama de alcurnia en decadencia vende sus joyas y tesoros más preciados para mantener las apariencias y sostener su roce social en tiempos de crisis, España enfrentó el dilema de adaptarse a una nueva realidad económica poniendo a la venta su ciudadanía. Tan solo en diez años generó un flujo de inversión de cinco mil millones de euros y cien mil ciudadanos migrantes voluntarios de 75 países del orbe[3]. La rimbombante “Ley de apoyo a los emprendedores y su internacionalización” promulgada con la idea de atraer mentes e inversionistas brillantes, le abrió las puertas a corruptos y cleptócratas de todo el mundo[4]. A este respecto llama la atención que 16 individuos, de los casi 6,300 receptores de las codiciadas visas inmobiliarias, adquirieron propiedades por más de 5 millones de euros, de estos resaltan cuatro personas que invirtieron 500 millones de euros cada uno ―es decir mil veces más que el monto mínimo necesario―, entre ellos, un mexicano[5].
Otro compatriota que en 2020 aprovechó la visa dorada española fue el expresidente Enrique Peña Nieto[6], quien obtuvo una residencia legal de por lo menos tres años y la repatriación inmediata de cónyuge y familiares. Poco después supimos que Carlos Salinas de Gortari también había adquirido la nacionalidad española, pero por el proceso de justicia sefardí. Y para completar el cuadro, de manera muy oportuna, Felipe Calderón obtuvo la residencia en España —un par de meses antes de que Genaro García Luna fuera declarado culpable de aceptar sobornos del narcotráfico[7]—, apadrinado por José María Aznar para compartir asiento en el Consejo Educativo en el Instituto Atlántico de Gobierno junto con otros dos mexicanos: el expresidente Ernesto Zedillo y el empresario regiomontano Alfonso Romo[8].
¿Será que, con esta emergente ciudadanía, España podrá enfrentar mejor los retos económicos y sociales que impone el mundo contemporáneo? Porque si los oligarcas y potentados internacionales que el país logró reclutar, son como estos exmandatarios mexicanos que protestaron guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para refugiarse en el extranjero después de su mandato, no deben esperar algo más allá que ese dinero que ya les lograron sacar y los efectos nocivos que conlleva: preocupaciones sobre lavado de dinero, distorsión del mercado inmobiliario, falta de transparencia y efectos nocivos en la integración social.
No queda claro quiénes fueron los verdaderos beneficiados del programa de la polémica visa dorada, lo que sí es cierto es que en nada contribuyó a construir una sociedad española más solidaria y justa. Aun así, la mayor incógnita es si existen alternativas más dignas que vender su ciudadanía al mejor postor, más legítimas que aliarse con EE. UU. e Inglaterra para invadir Irak[9] y más íntegras que la Iberósfera, la perversa alianza con las ultraderechas regionales para el saqueo de Latinoamérica[10], para mantener esa fachada de aparente prosperidad con parafernalia aristocrática. Quizá ya llegó el momento de asumir su bancarrota y reconocer que no será posible solventar el estado de bienestar sin reorganizar la economía con sus propios medios y recursos en lugar de estos astutos y sofisticados, pero —incluso así— burdos intentos de despojo neocolonial.
[1] Pedro Sánchez anuncia el fin de las ‘Golden Visa’ que conceden el permiso de residencia por la compra de vivienda
[2] Acrónimo peyorativo que en inglés significa “Puercos” para referirse a Portugal, Italia, Grecia y España, los países europeos más sobreendeudados cuando estalló la crisis financiera de 2008.
[3] Encabezan la lista los ciudadanos chinos y luego los rusos, quienes fueron excluidos en 2022 a raíz de la guerra en Ucrania. Le siguen Irán, Reino Unido, Estados Unidos, y con 67 solicitudes aprobadas, México. Con respecto al dinero invertido en bienes raíces en España, México ocupa un dudosamente digno tercer lugar con 648 millones de euros, ayudado por nuestro incógnito magnate. La lista la encabezan los Estados Unidos y luego está China. El cuarto país en montos invertidos es Japón, luego le sigue Rusia y después el Reino Unido, quienes encontraron en España un refugio Europeo después del Brexit.
[4] Revelando la sombra de las Golden Visas: nuevo estudio de Transparencia Internacional España desvela riesgos y desafíos críticos
[5] Adiós a las ‘Golden Visa’: 4.800 millones han recalentado el precio de la vivienda a cambio de papeles para ricos desde 2018
[6] España reconoce que Peña Nieto tiene permiso de residencia como inversor
[7] Genaro García Luna es declarado culpable de recibir sobornos del narcotráfico
[8] La Jornada – Calderón logra su residencia en España gracias a Aznar