En este ya casi finalizado mes de noviembre, ante los festejos conmemorativos de la Revolución Mexicana, no deja de llamar la atención el nulo o poco valor y atención que se le da a nuestro General Francisco Villa por parte de las conservadoras élites gubernamentales del estado de Chihuahua. Incluso, siendo objetivos, es mínima e insuficiente la visibilidad que se le da al personaje desde nuestro propio movimiento y el gobierno de la cuarta transformación.
Históricamente, desde su asesinato, se intentó ocultar a Villa, pues no representaba un referente para la revolución institucionalizada y obviamente no era conveniente que su ejemplo siguiera en el seno del Pueblo (del que nunca ha estado ausente ni se ha ido), haciendo ver la inmensa cantidad de causas y objetivos que la revolución dejó pendiente y que solo quedaron plasmados en papel muerto, inmóviles, a través de la constitución de 1917.
En lo que respecta a Chihuahua, durante décadas el PRI se encargó de desgastar su figura. Lo redujeron a estatua, pintura o panfleto sin contenido que terminaba rondando los estantes olvidados de las escuelas públicas de nivel básico. Las cabalgatas “villistas” organizadas fielmente año con año solo son un carnaval en donde reina el alcohol (cosa que Villa despreciaba) y los grupos musicales que nada tienen que ver con el Centauro del Norte. El exgobernador priista de Chihuahua, César Duarte, le puso la cereza del pastel y terminó por darle mala fama al utilizar su imagen en su gestión que sobra platicarles como terminó.
Llegando el panismo, con Javier Corral a la cabeza, al gobierno del estado de Chihuahua, sintiendo el terror en su propio despacho de tener a nuestro General a sus espaldas, en una de sus primeras acciones decidió remplazar el cuadro de Francisco Villa por el de Abraham González. La actual gobernadora, Maru Campos, también al inicio de su administración, fue más allá sustituyendo el cuadro de Abraham González por el del histórico líder conservador Luis H. Álvarez.
No es casualidad el odio o desprecio, acompañado de ignorancia que tiene la clase conservadora respecto a Pancho Villa. Le tienen pavor. En su memoria generacional no deja de estar presente que fue precisamente Villa quien en solo un mes como gobernador del estado de Chihuahua prácticamente acabo con la oligarquía chihuahuense haciendo lo que no le toleran a ningún líder social o político: repartir su riqueza entre los históricamente marginados.
Como bien dice nuestro querido amigo Paco Ignacio Taibo II: Villa es la fuerza desatada del rencor popular convertida en poder, en cabeza y dirección del ejercito armado, del Pueblo armado más potente que ha conocido la historia de México, la División del Norte. Por tanto, las élites conservadoras no requieren buscar ejemplos “terroríficos” en el exterior; ya no es el Che Guevara, no es Fidel o Hugo Chávez, el ejemplo perfecto lo tienen en casa en la figura de Villa a quien han convertido en su villano favorito.
Para nosotros, Villa sigue siendo la guía, nuestro referente de la revolución y nuestro referente como chihuahuenses. Si conocemos y apreciamos nuestra propia historia, no hace falta buscar referentes o lideres históricos en el extranjero como bien ha dicho nuestro Presidente Andrés Manuel López Obrador. Así que nos queda la responsabilidad de rescatar su figura y ejemplo, que las actuales y futuras generaciones de chihuahuenses y mexicanos, con conocimiento de causa y del personaje sigan gritando a los cuatro vientos: ¡Viva Villa cabrones!