Pluma Patriótica

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Ya no es como antes

En 2024 se cumplirán 36 años del fraude electoral de 1988, ya ha pasado una generación y la vida pública de México se ha transformado de manera importante, mas no acabada.

 

El movimiento político que nació de manera abrupta y tuvo un camino tortuoso para encontrar su lugar en la vida pública logró en 2018 colocarse en la Presidencia de la República de la mano de Andrés Manuel López Obrador. A meses que concluya su mandato, se han disipado algunos miedos, pero se han creado otros monstruos.

 

La bandera de la democracia ya no es insignia de un movimiento en exclusivo, se ha convertido en un lenguaje común; pero ha costado (y seguirá costando) que permee en todos los rincones del país. La democracia no solamente son procesos electorales — por cierto, cada vez más regulados y vigilados —, sino una cultura de la participación y una forma de entender la organización política desde su nivel más básico.

 

Con pros y contras, el objetivo de tener un México democrático ha tenido resultados. Las elecciones se ganan el día de la elección pese a cualquier pronóstico o encuesta, y ese agregado de incertidumbre la convierte en un régimen duradero, pero también perfectible. El otro boleto para el movimiento político que logró conjugarse en 1988 era el de lograr un país más justo e igualitario, y es allí donde aún se tienen deudas.

 

Pese a los grandes programas sociales basados en el concepto de renta mínima, las condiciones estructurales de México aún están en proceso de Transformación y tienen sus grandes obstáculos. Lograr una agenda que genere mejores condiciones de vida para la sociedad, sobre todo para las grandes masas empobrecidas ha sido un reto y un “estira-afloja” entre el gobierno y los capitales nacionales y extranjeros. No es sencillo coadyuvar a la lucha contra la pobreza cuando los intereses de los grandes capitales también se encuentran en juego.

 

Sin embargo, es allí donde el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador tuvo un logro notable, el cual ha sido minimizado o no se le ha dado la comunicación adecuada: el cobro de impuestos a las grandes corporaciones.

 

Cuando el Estado se convierte en mediador y agente para lograr una corrección en las desigualdades, sobre todo económicas, los puristas de la economía liberal pegan el susto y ponen en marcha los discursos de populismo, autoritarismo, etc. Buscan desacreditar todo intento de generar oportunidades para los más pobres, pues los grandes capitales se nutren de la pobreza para generar la acumulación de las riquezas. Una sociedad de iguales o más iguales, hacia arriba es deseable.

 

La contienda electoral de 2024 es sintomática de este cambio político, pues no se ve en los discursos hasta ahora un augurio de fraude electoral, por ejemplo. Las condiciones son distintas. Ahora el movimiento que surgió en 1988, en esencia, es el que está gobernando. Sería paradójico que se opere de la misma forma que se denunció hace 36 años. No es deseable, ni necesario.

 

La percepción de buen Gobierno que se tiene de López Obrador descansa en un soporte social amplio que se ha identificado con su figura y asimilado su lucha. Genuinamente existen personas que se identifican más en López Obrador, que por ejemplo en un político de mercadotecnia, como lo fue Peña Nieto. Además, la tremenda forma de hacer política todas las mañanas de este sexenio ha colocado a la oposición en la indefensión total. No todo descansa en los “apoyos sociales del Gobierno”.

 

La población identifica al PRIANRD como los causantes de la hecatombe nacional y Morena se fortalece como la nueva hegemonía política, a pesar de sus errores. La pregunta sería: ¿cuánto durará este soporte social para Morena? O bien, ¿cuánto podrá durar Morena sin la presencia visible de López Obrador? No hay figura que se le sobreponga actualmente o se le equipare. La política se vuelve más racional y menos de líderes carismáticos o que apelen a las emociones, para bien o para mal; en ese aspecto México ha cambiado.

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