Repensar hacia adelante

Repensar hacia adelante

Nadie en su sano juicio podría negar que existe un agravio histórico contra las mujeres y que se reproduce en instituciones políticas, sociales, en la calle y hasta en la vida íntima de las personas. Cierto es también que cuando hay una expectativa generada por una oferta mayor, ésta puede jugar en contra del que la generó si no cumple su promesa a cabalidad. Es el caso de un gobierno de izquierda encabezado por una mujer del que se espera una respuesta al enorme problema de procuración de justicia de la ciudad, cuyo mayor impacto, como sucede con otras esferas, termina  cayendo sobre las mujeres. Si se victimiza, más fácil que sea con una mujer; si se discrimina, también.

Todo eso es claro y explica en parte que la indignación contenida por tanto tiempo se haya expresado de esa manera en los últimos días, frente a lo que fue una cadena de situaciones en el caso de abuso que detonó todo esto, unas producto del error, otras del incontrovertible hecho de que nos encontramos frente a un problema complejo e histórico que tardará en ser transformado, más allá de las buenas intenciones o incluso de las acciones concretas que tenga una figura de autoridad. Pero el agravio existe, pues.

Sin embargo no toda la explicación se encuentra ahí y tener consciencia sobre ello es de suma relevancia para tomar definiciones sobre lo que podría ser un proceso constructivo o terminar sirviendo de botín político a quienes están ansiosos de que un gobierno de izquierda fracase. Pongo a consideración dos elementos.

El primero tiene que ver con el uso de violencia como forma legítima de exigir una transformación. Si bien es cierto que grandes transformaciones se han dado por esta vía, ésta ha sido el último recurso de quienes no tienen nada que perder, porque la imposibilidad de establecer un diálogo con quienes tienen poder de decisión no deja salida. No parece ser esa la actitud del gobierno de la ciudad, que a cada paso ha respondido, con los errores que se quiera, dispuesto a tender puentes. Esto se ha dado, por cierto, en congruencia con la historia del movimiento social del que provienen este gobierno local y el federal, que en todo momento apostaron por la vía pacífica de la transformación. Hoy como gobierno lo siguen haciendo y es muy importante que se entiendan las razones de esa elección.

Independientemente de la violencia justificada por la rabia, habría que hacer una diferencia entre la validez de ese sentimiento y su uso estratégico como medio de transformación social. Si esa fuera la salida para cada agravio social, para la dolorosa desigualdad existente, para los desaparecidos, para la explotación, para la pobreza sistémicamente fomentada, estaríamos en una guerra civil. Las mujeres no somos el único sector históricamente agraviado y eso tiene muchas implicaciones. Más allá de los lugares comunes que condenan el daño a monumentos, la agresividad defendida en los últimos días por parte de algunos sectores del movimiento feminista (no de todos, por cierto) sólo favorece a quienes están en contra de la propia transformación, porque desvía la atención de los fines hacia los medios utilizados para alcanzarlos. Ello, lo sabemos (y no atender a esa memoria histórica es irresponsable), siempre ha sido un arma para quienes piden mano dura contra las causas sociales. Es importante darse cuenta de que se ofrece en charola de plata esa posibilidad, una vez que se valida como lema el: «todo se vale porque nos lo deben». Lo vimos con la capacidad de infiltración que hubo en las últimas marchas, en las que, porque todo se vale, es muy difícil establecer quién es quién y dónde se encuentra el límite. La violencia no es el camino de esta legítima causa, ni moral ni estratégicamente.

La segunda consideración es, hablando seriamente de los fines, que la evaluación y la exigencia sobre el problema de violencia contra la mujer no debería circunscribirse a la Ciudad de México como si hubiera empezado ayer, aquí, con Claudia Sheinbaum. Llama mucho la atención que ninguna exigencia o iniciativa de presión esté dirigida a otros estados en los que sabemos que el problema es mayúsculo. Bastaría abrir cualquier carpeta de investigación para comprobarlo. El nivel de violencia que alcanzó en la capital el grito feminista claramente ha sido mediática y políticamente usado para encapsular el problema, y valdría mucho la pena que el propio movimiento tomara nota de eso para no convertirse en carne de cañón y, en última instancia, para verdaderamente entrarle al tema desde una agenda nacional y en cada entidad federativa.

Azul Alzaga Magaña. Analista política y social, politóloga del CIDE
y fundadora de la Asociación Civil Observatorio de la Justicia A.C.
Actualmente es colaboradora de Milenio como columnista invitada
en temas políticos, en materia de comunicación, seguridad y justicia,
así como co-conductora del noticiero dominical de las 22:00
y del segmento de entrevistas
La conversación

@azulalzaga

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