En entregas anteriores he explorado el sentido alrededor de la idea del posneoliberalismo, mediante una idea histórica: el Estado Popular. En esta entrega, analizamos las raíces de este concepto.
¿Qué es, para empezar, el Estado? Lenin1 parte de un análisis de textos de Marx y Engels, entre ellos El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, para dar una respuesta a esta pregunta y aclarar algunos puntos que le parecían fundamentales en las discusiones de las izquierdas de principios del siglo XX.
El Estado, dice Lenin citando a Engels, es un mecanismo de control. Es una herramienta que, alejándose de la sociedad que lo origina, se hace con los medios oficiales de la fuerza para garantizar el control de una clase social sobre otra. Es, claramente, una interpretación dialéctica2 del mismo, en la que el dominio de una clase se da a través de la policía y el ejército, principalmente. Esto permite entender, a grandes rasgos, la necesidad de una revolución violenta: sólo a través de la fuerza puede acabarse con un medio de control violento de la burguesía sobre el proletariado, para ser sustituido temporalmente por un medio de control del proletariado sobre la burguesía (de ahí el nombre famoso de la primera fase de la revolución: la dictadura del proletariado, que no esconde para nada sus aspiraciones de control monopólico sobre medios violentos).
Lenin rescata esta definición para afilar sus críticas a anarquistas y a lo que él llama oportunistas: socialdemócratas pretendidamente marxistas que, en la década de 1870, abogaban por una extinción del Estado burgués. Estas corrientes entendían por extinción a la transición pacífica de un Estado opresor burgués a uno que sirviera a toda la gente: el Estado Popular Libre, que se caracterizaba, además, por rescatar a la democracia en su sentido más liberal como herramienta fundamental de este nuevo agente político; y no sólo eso, sino como mecanismo capaz de sustituir a la violencia como determinante de cambio. De revolución.
Estas ideas se mantuvieron a través del tiempo y, según Lenin, sirvieron de base para los mencheviques y socialdemócratas rusos; sobre todo socialchovinistas y kautskianos. La idea fundamental es esta: la revolución violenta es innecesaria porque, mediante la democratización del Estado y la recuperación de nociones nacionalistas en la población, se puede construir un agente de control que rinda cuentas al pueblo, no sólo por deber identitario, sino sobre todo por control procedimental. Lo mejor de la democracia liberal, al servicio del pueblo: el Estado Popular Libre.
Para Lenin, esto es sustituir a la dialéctica con la ecléctica para ofrecer una alternativa falsa, aunque más seductora, a las masas. De ahí su fuerte crítica a estas posiciones.
Andrés Manuel ha dicho en reiteradas ocasiones que el materialismo histórico del marxismo científico no le parece la mejor herramienta para explicar el despojo mexicano. En su diagnóstico, este despojo no ha respondido a dinámicas de luchas de clases sino más bien a una voracidad por parte de, eso sí, una clase social, que ha depredado y acumulado la riqueza y la fuerza de transformación del Estado mediante la corrupción.
Por tanto, para analizar la programática de Andrés Manuel deberemos enfocarnos en su comprensión de la corrupción como principal factor de despojo social, para luego seguir dibujando cómo se vería este Estado Popular que resuelve a la pobreza no necesariamente con una lucha de clases revolucionaria, sino con democracia.
NOTAS
2 Ecléctica.
Mercurio Cadena. Abogado administrativista especializado
en administración de proyectos públicos.
@hache_g