Albert Camus, en su novela La Peste, nos narra la historia del pueblo de Orán cuando repentinamente se llena de una plaga de ratas que van contagiando a la población. Al principio, las autoridades buscan crear la percepción de que la aparición de ratas es algo aislado, pero ante la abrumante cantidad de casos la realidad acaba por imponerse (aún no empiezo a hablar de Sonora).
Frente a los estragos de la peste y la inacción de las autoridades, la ciudadanía de Orán se da cuenta que se necesita a sí misma. La salvación de Orán no reposaba en una receta médica, ni en la fe ni esperanza benefactora de un ser todo poderoso, sino en la resistencia y rebelión ciudadana: la solidaridad.
Para los pobladores de Orán la única salvación ante las ratas era fortalecer al humano, ni la fantasía de una divinidad ni las utopías ideológicas harían frente para acabar con la devastadora peste de las ratas.
Henry David Thoreau dictó una conferencia en enero de 1848 sobre los derechos y obligaciones del individuo en relación con el gobierno, misma que se publicó́ un año más tarde bajo el nombre Resistencia al Gobierno Civil (en español Desobediencia Civil).
Thoreau expresó que la desobediencia civil corresponde a diversos ámbitos, entre ellos la ética. Nos dice que diferir, disentir, protestar, no acatar órdenes inapropiadas y lo que más les duele, no pagar impuestos ni servicios proporcionados por el estado, es derecho y privilegio del ser humano cuando los gobiernos no cumplen su parte del contrato social.
La desobediencia civil es un acto de solidaridad ciudadana contraria al poder y es un bien social. No suele gustar por sus posibles consecuencias negativas (violencia, asesinatos, robos), sin embargo puede ser un ingrediente necesario cuando el incordio de la sociedad, aturdida por el mal uso del poder, por los hurtos, por la corrupción y por la impunidad, busca modificar las enfermedades sociales generadas por políticos incompetentes y ladrones. Al fin y al cabo los grandes cambios vienen acompañados de una fuerte sacudida.
Si el poder del gobernante emana de la voluntad del pueblo de elegirlo, ¿por qué hemos renunciado en retirarle ese otorgamiento de poder por su mal uso e incumplimiento?
En su libro Doce Noches. 2001: el fracaso de la Alianza, el golpe peronista y el origen del kirchnerismo, el periodista Ceferino Reato relata instantes previos a la renuncia de De la Rúa.
Fernando de la Rúa, quien ganó las elecciones de 1999 en Argentina, recibió una severa crisis económica desatada por los altísimos niveles de corrupción y ostentación de políticos y empresarios favorecidos por estos, pero decidió continuar la política neoliberal y de simulación de Carlos Menem, al punto de volver a nombrar a Domingo Cavallo (uno de los políticos con la peor reputación) como ministro de Economía.
En los días previos al fatídico 21 de diciembre de 2001, Cavallo impuso el “corralito” que impedía a la gente sacar los ahorros de los bancos, desatando las grandes manifestaciones con la consigna ¡que se vayan todos! Los saqueos y la huelga general fueron el punto de inflexión donde terminó de estallar el enorme hartazgo ciudadano, lo que orilló a De la Rúa a dimitir al cargo presidencial y unos días más tarde renunció todo su gabinete.
La solución está en nosotros mismos (ciudadanos). En ejercer una obstinada resistencia y solidaridad. La peste de la corrupción, la incesante y sistemática violación de los derechos ciudadanos, el cúmulo de humillaciones, latrocinios, desfalcos, ineptitud, simulación y ausencia de justicia, ha contagiado y dañado severamente el tejido social de nuestra ciudad, estado y país entero.
Vivir, sentir, sufrir en Sonora y mantener a esta pesada e inepta clase política, tácitamente nos avala como un acto ético y necesario la desobediencia civil, porque el remedio no se encuentra en pócimas mágicas o en seguir depositando las esperanzas colectivas en los “superhombres y mujeres maravillas” que aparecen en cada proceso electoral, y que sistemáticamente nos han decepcionado y traicionado, sino en nuestro propio empoderamiento.
Lo acontecido en el Congreso Local de Sonora el 24 de diciembre del año recién finalizado, cuando en sesión extraordinaria los diputados aprobaron la ley de ingresos 2020 para el estado (autorizando una deuda hasta por 1,300 mdp) y el dictamen de egresos, en detrimento para la ciudadanía. De eso son responsables el Gobierno del Estado y el Congreso Local junto con las bancadas de todos los partidos.
La del PRI, PV y PANAL por ser jilgueros de gobierno del estado oficialmente “gobernado” por Claudia Pavlovich.
El PAN, por siempre negar que no aprobarán nada que afecte a los intereses ciudadanos, pero que siempre (por lo menos desde las concertaciones con Salinas De Gortari) en los hechos terminan siendo cortesanos de los gobiernos priistas.
Movimiento Ciudadano, porque desde la pasada legislatura han votado a favor de la voluntad e intereses del gobierno priísta de Pavlovich, sin considerar la afectación al ciudadano.
PT y PES, por su traición a la 4T y haberse convertido en servidumbre legislativa al servicio del gobierno del estado.
Y Morena, porque no han cumplido la diferencia que prometieron ser, por su ineptitud y evidente corrupción. Por reproducir los mismos vicios y prácticas antidemocráticas que la izquierda por tantos años acusó y ha prometido erradicar sin cumplir. Y finalmente por su traición al proyecto de nación de Andrés Manuel López Obrador, que a través del Gobierno Federal con sus imperfecciones y errores propios de la curva de aprendizaje del primer año, ha avanzado con gran fuerza y determinación empujando al elefante reumático en que convirtieron a este país, pero que en Sonora no encuentra el mínimo eco necesario que los meta en la misma sintonía del Gobierno Federal.
Los argentinos dieron un gran paso y nos dieron un monumental ejemplo de solidaridad y acción ciudadana, pero les falló en no dar la última estocada, ese álgido toque que los sonorenses (y mexicanos en general) no deberíamos de pasar por alto, el construir mecanismos sociales que obligue a las propias instituciones de insípida democracia a una intensa búsqueda de fórmulas que le permitan que el ciudadano controle a los malos gobiernos y no los malos gobiernos al ciudadano. Como en la novela de Albert Camus, evitar que las ratas se sigan proliferando.
Aarón Tapia. Periodista conductor del programa de radio La Tertulia Polaca en La Voz Del Pitic 88.1 FM y colaborador de análisis político en el noticiero Titulares de Radio Fórmula Sonora.
@Naranjero75