Ciudad de México a 10 noviembre, 2025, 8: 38 hora del centro.
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Militancia: ¿para qué?

El concepto de “orden” es muy utilizado en política porque hace referencia a uno de sus objetos principales: cómo son las cosas. Para concretar: cómo son las relaciones materiales y las ideas que a una sociedad en específico le parecen “normales”. Para el orden feudal era normal servirle a un señor, poseedor por demás de los medios necesarios para garantizar su seguridad más inmediata frente a la incompetencia de reyes lejanos. También era normal que existieran instituciones que encarnaran aquella distribución bien conocida de poder: Dad a César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Ambas instancias exigían legítimamente la genuflexión del pueblo, aunque por principios muy diferentes. 

¿De dónde sale esta normalidad? Hay múltiples respuestas posibles, y en ellas nos jugamos una parte importante de nuestra historia personal y colectiva. Hay quienes responden a ella desde nociones de esencialismo naturalista. Para estas personas hay una composición bien proporcionada de las cosas y casi toda alternativa es, por construcción, una desviación despreciable, una herejía o, en el mejor de los casos, una imprudencia. En algunos casos estos cambios serán un desarrollo ideal de la proporción correcta, pero vaya usted a saber cómo reconocerlo adecuadamente.

Hay también quienes afirman que la normalidad no es sino una de tantas ilusiones y que, no habiendo objetividad posible ni realidad (o siendo ésta inaccesible), no queda sino sujetarse a los designios de la voluntad individual. Finalmente, estamos quienes respondemos a esta pregunta con tiempo concentrado: la objetividad es lo que es normal para las personas en un momento determinado. 

Quienes así respondemos no lo hacemos sólo por una cuestión de afinidad emocional con la respuesta. De hecho hay momentos en la vida en los que una desearía que las cosas fueran más sencillas. Respondemos así porque nos parece que detrás hay un modelo con mucho más poder de explicación que sus alternativas: la objetividad histórica permite entender mucho mejor por qué el sentido feudal era uno, el antiguo otro y el moderno uno más. Pero no sólo sirve para explicar mejor a la historia: también da mejor cuenta de nuestro presente; sobre todo de la política presente, y de la lucha que vemos todos los días por ocupar lo que en nuestros tiempos será considerado normal

Son tiempos de crisis en México, y la razón es que hay dos nociones de normalidad en conflicto: la neoliberal, que lucha encarnizadamente por la restauración de un orden de privilegios (incluido un sistema de decisiones públicas restringido a quienes saben); y la normalidad democrática, que es el nuevo orden que propone y defiende el obradorismo y su Cuarta Transformación. Hablamos de una proporcionalidad en la que las cosas están al servicio del pueblo: instituciones que sirvan al pueblo; finanzas públicas al servicio de las necesidades generales; cultura y formas de vida inspiradas en los principios de la gente común; tomas de decisiones basadas en la noción de soberanía popular. En fin: se trata de una organización en la que el Pueblo, y no sólo las élites, tenga los medios para ser el protagonista de su propia historia. Una normalidad en la que la voluntad popular tenga posibilidades de existir, de volverse realidad, y no sea lo que ha sido hasta ahora: un miserable apéndice en la historia de las élites. 

La militancia es mucho más que representar ambiciones vulgares en el eterno escenario del poder. Es terrible que veamos estas obrillas de teatro en nuestro propio partido. Militar es una de las decisiones de libertad más importantes que pueden tomarse, pues es enfocar la voluntad personal hacia los acontecimientos históricos y sociales que determinarán lo que será normal en nuestros tiempos. Si formamos parte del Pueblo y deseamos que sea libre para contar su propia historia y deje de ser un actor segundón en la historia de potentados y engreídos, hay que militar. Tenemos que formar parte de los aparatos que hacen posible la construcción de nuevas normalidades; atrevernos a soñar en colectivo y finalmente, hacer política de calidad y con el corazón para que nunca más lo urgente avasalle a lo importante.

Existe ya un aparato creado con toda la intención de encarnar la voluntad popular: Morena. El 9 de septiembre de 2012, en un acto público en el centro de la ciudad, el hoy Presidente se separó del PRD y anunció la fundación de nuestro partido, que sería una instancia más del Movimiento Regeneración Nacional. Era el inicio de la historia de un órgano político que tenía en claro su voluntad histórica: ser el Partido del Pueblo. Con eso en mente nos dispusimos a redactar nuestros documentos básicos en los que refrendamos no sólo la unidad del movimiento sino también un nuevo modelo participativo para su vida interna que, dicho sea de paso, estaría casi completamente orientada hacia la vida externa; ¿de qué otra forma seremos el Partido del Pueblo si no es volcando nuestra práctica hacia el Pueblo? 

Ésta es nuestra apuesta por reconstruir a la izquierda en México. Antes de nosotros y nosotras, la izquierda se domesticó: aquéllos que así se identificaron en La Transición se acostumbraron a los privilegios de los espacios sedados y las cuotas tribales, y terminaron en campales de sillas, grupos e intereses. Justo eso es lo que no queremos y por eso es fundamental mandar un mensaje a quienes no lo entienden. No fue la lógica tribal la que nos llevó al Día de la Victoria un 2 de julio de 2018; fue una militancia histórica, practicante, capaz de dialogar y entenderse por encima de periodicazos, declaraciones e intereses sectarios.

Lejos de vanagloriarse en el recuerdo, la memoria debe servir para profundizar en aquello que nos hace una opción valiosa y diferente para el Pueblo, y distanciarnos de las prácticas que el Pueblo ya repudió en su momento. Ahora es cuando hay que escribir con la memoria en la mano hacia dónde vamos y qué queremos. El golpismo debe ser enviado al basurero de la historia. Lo valiente no es el arrebato sencillo ni la egoísta captura de posiciones, sino la osada construcción entre todas y todos de un aparato que recomponga el camino de un país que nos dijeron perdido. Para eso hay que conocer la historia y las raíces de nuestro movimiento y luego vivirla, habitarla, encarnarla, hasta que se haga costumbre; hasta que sea la nueva normalidad. Sigo creyendo que la generación de la esperanza será la encargada de recomponer ese camino y volver a lo que nos enamoró de este gran proyecto.

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