Por: Diego Iván López Miguel
La división en la sociedad mexicana existe desde el mismo nacimiento del país. Consumada la independencia nacional, pasamos del Imperio Mexicano a una República federal y después centralista. Las tensiones y divisiones de los primeros años de México fueron aprovechados por el expansionismo norteamericano y se perdió más de la mitad del territorio nacional en 1848.
La polarización del siglo XIX llegó a la cúspide con el enfrentamiento entre liberales y conservadores y el posterior triunfo del juarismo al restaurar la República. Uno de los detonantes del conflicto armado en la Revolución mexicana fue la desigualdad social; cien años después la situación parece no haber cambiado. Al contrario, la concentración del gran capital en pocas manos y la condición de pobreza de 60 millones de personas nos dan cuenta de ello.
Durante cien años, ningún presidente ha sabido encauzar las banderas de la población menos favorecida como lo ha hecho Andrés Manuel López Obrador. La lucha contra la corrupción, el apoyo a las clases populares y el cambio de rumbo del modelo económico son las cartas que se presentan en Palacio Nacional. El triunfo de AMLO en las urnas en 2018 y la resistencia al cambio de un sector de la sociedad han dado como resultado la fuerte polarización.
¿Es realmente López Obrador el gran polarizador que sus adversarios recalcan en cada oportunidad que tienen? La supuesta división creada por Andrés Manuel puede remontarse a 1988 desde aquel fraude electoral que partió en dos a la clase política y que se acentuó en 2006 con la campaña sucia y el uso del aparato político-empresarial en contra del actual presidente. Las irregularidades en los comicios del 2006 marcaron una ruptura que dejando lastimada a la endeble democracia mexicana.
Era inminente el riesgo de un estallido social como el ocurrido hace poco más de un siglo: el hartazgo generalizado del México marginado estaba a punto de ser insostenible. AMLO heredó una nación destrozada, tanto en las pugnas ideológicas de su sociedad como en la debilidad de sus instituciones. Una parte de la población encontró en su movimiento la propuesta de un cambio hacia un país más justo y con menor desigualdad.
La polarización seguirá con o sin el Presidente; continuará mientras exista el México profundo, el de las comunidades más alejadas, del rezago educativo, de las escazas oportunidades laborales. De no atender a ese sector tan desprotegido y despojado será inevitable retornar a los momentos de mayor tensión en la historia nacional.
@DiegoI_Lopez
Periodista formado en UNAM. Analista político y columnista en Sin línea MX. Autor del blog: Punto crítico.