Durante años, el Presidente Andrés Manuel López Obrador se encargó de dispersar a lo largo y ancho del país, gracias a sus recorridos por los más de 2500 municipios que integran a México, la idea de la existencia de dos proyectos políticos y económicos contrapuestos.
El primero de ellos representado por los partidos del viejo régimen, el PRI y el PAN principalmente, acompañados y secundados por sus satélites, la rancia oligarquía mexicana y el respaldo de la mayoría de los medios de comunicación. El segundo, representado por el movimiento que encabeza el Presidente López Obrador, fortalecido por millones de mexicanos, plasmado teóricamente en El Nuevo Proyecto Alternativo de Nación y llevado a la práctica en la actual Cuarta Transformación.
La idea era y es sencilla: permitirle a la ciudadanía identificar que aún con diferentes siglas, los partidos del viejo régimen representaban los mismos intereses que, elección tras elección, con el principal y único objetivo de saquear a México y enriquecerse a costa de la pobreza de la amplia mayoría, no permitían ninguna posibilidad de cambio ni mucho menos esperanza para que la gente sintiera una modificación significativa en su realidad, en sus condiciones de vida.
El “PRIAN” y “la mafia del poder” fueron elementos fundamentales dentro del discurso de Andrés Manuel López Obrador. Por muchos años se negó esta idea, se trataba de seguir engañando al Pueblo. Pero ahora, con la llegada de la Cuarta Transformación, los conservadores se han visto obligados a quitarse la máscara y mostrarse tal como son y a funcionar públicamente, por fin, como un solo equipo, como ese sector de nuestro país que añora regresar al pasado de corrupción.
Los conservadores han decidido por fin dejarse de pantallas para aparecer juntos en las boletas del próximo proceso electoral. Esto es una buena noticia, principalmente para los electores que tendrán la posibilidad de identificar de manera clara y sencilla los dos proyectos en juego. También, esta decisión fortalece al Presidente López Obrador, ya que su discurso, utilizado por años, es verificado y validado públicamente por la misma oposición, dándole la oportunidad de una vez más decir: ¡Se los dije!