Un día con covid-19

Llevo 9 días desde que me confirmaron positivo. Recuerdo bien la incertidumbre de ese lunes 30 de noviembre, no fue mi salud la que me ocupó de inmediato sino la de mi familia y seres queridos. Confieso que pensé que cuando me diera seria ultra leve o asintomático. Lo cierto es que la población de nuestra edad (20 a 30 años) lo cree sin evidencia. “Todo bien” los primeros 5 días. Si no fuera por la pérdida de olfato y la incesante fatiga, no pensaría que estaba positivo al virus.

Todo empeora en un minuto. Sin aviso o malestar previo (incluso pensé que ya estaba mejorando), tu oxigenación baja, tu ritmo cardíaco se acelera, sudas en frío y en caliente, no te duele la cabeza (o sí) pero estas mareado y confundido al borde de un desmayo. Ese fue básicamente mi fin de semana del sábado 5 y domingo 6 de diciembre.

Según me dice mi doctora, que ha tratado de cerca casos de covid-19 en hospitales públicos, lo peor ocurre entre el quinto y décimo día. Pero la incertidumbre de saber que has contagiado a tu familia, esa no acaba. He sabido de muchos casos de compas a las que les dio, lo hicieron público y 15 días después volvieron a sus vidas. Pero también he conocido a gente que, como yo, de la edad y sin ninguna enfermedad crónica o sin alguna razón que te haga pensar que te dará duro, la pasaron mal. No tan mal como estar en el filo de vida o la muerte conectado a un respirador, pero lo suficiente como para perder la cabeza en la madrugada porque tu oxigenación esta cercana al 70%.

A 9 días tengo una arritmia que no me deja respirar, he tenido que usar oxígeno en dos ocasiones y ahora siento permanente esa sensación de tener que esforzarme un poco más para poder respirar, como si algo me aplastara el pecho. Me ayudo mucho escuchar las experiencias de mis amigos y familiares. Al tiempo que escribo esto, 5 queridas y queridos amigos pasan por algo similar a lo mío. Ninguno igual, cada quien tiene sus particularidades, pero todos coincidamos en lo mismo: así es este bicho. Un día el mayor de tus problemas es que tu comida no tenga sabor y al otro tienes que usar una mascarilla para poder respirar. Confío en que saldremos adelante.

Sé muy bien el día en que me contagié, hice tantas cosas innecesarias ese día.Lo cierto es que no fue por covidiota. Salí a trabajar, tuve contacto directo con tres personas e indirecto con decenas en el transporte. Sería difícil e impreciso saber en que momento exacto fue. Lo que si quisiera compartirte es que, como yo, no vayas a comer, no tomes ese café, salte antes o después para evitar la multitud del metro y si puedes, dile a tu jefa o jefe: ¿realmente es necesario vernos

Hay que asumir en lo individual la responsabilidad de esta enfermedad. Me mantuve cuanto pude en casa. No salí hasta que se me planteó algo urgente y necesario conforme a mi encargo y aun así me contagié a unos meses se que haya vacunas para todas y todos. ¿Pero, qué necesidad?

No es tan sencillo, no es solo perder el olfato y el gusto. Piensa dos veces antes de salir, el novio o la novia y los compas, neta que sí pueden esperar. Nada vale tanto la pena como tus pulmones sin secuelas. Esto está lejos de acabar para la población regular (la mayoría) o eso se deja ver con el Plan Nacional de Vacunación presentado el martes 8 de diciembre en Palacio Nacional. A favor de que sean primero el personal de salud y los adultos más mayores. Se salvarán cientos de miles de vidas, para el resto no queda nada más que hacer patria y quedarse en casa, si podemos.

No vayas a ese café.

No quedes en ese lugar.

Celebra navidad en julio, cuando tu y la abuela estén inmunizadas.

Haz patria y quédate en casa.

 

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