Lo que se había convocado como una marcha de protesta contra del Plan B de la reforma electoral fue en los hechos una movilización por la defensa de privilegios, de García Luna y del narcoestado panista.
La marcha, que contó con el resguardo del Gobierno de la Ciudad de México, se caracterizó por una mayoría de asistentes desconocía los motivos de la manifestación; algunos admitieron haber sido obligados a asistir por sus patrones, mientras que otros se movilizaron por la ignorancia, la desmemoria o en defensa de sus privilegios.
Finalmente, los convocantes de la movilización lograron una concentración nutrida en el Zócalo capitalino, la cual apenas se mantuvo unos minutos en la plancha, antes de comenzar a diluirse.