El supuesto “hombre fuerte” del trumpismo, el vicepresidente JD Vance, fue recibido entre gritos y abucheos durante su visita a tropas desplegadas en Washington, DC. Lo que pintaba como un acto de propaganda terminó en un vergonzoso episodio para la Casa Blanca republicana.

Donald Trump ordenó la semana pasada movilizar a 2,000 efectivos de la Guardia Nacional en la capital de EE.UU. bajo el pretexto de “combatir la delincuencia”. Pero los datos oficiales lo desmienten: los delitos violentos en Washington han disminuido de manera significativa entre 2023 y 2024, después del repunte que dejó la pandemia.

Pese a ello, Trump y Vance insisten en montar un espectáculo de mano dura. El miércoles, el vicepresidente acudió a la Union Station junto al secretario de Defensa, Pete Hegseth, y el ideólogo ultraderechista Stephen Miller. Ahí lo esperaban los gritos de manifestantes que clamaban: “¡Liberen a Washington!”

Vance, visiblemente incómodo, respondió acusando a los inconformes de “desquiciados” y volvió a usar el libreto trumpista: “Liberemos a Washington de la anarquía, liberemos a Washington de una de las tasas de homicidios más altas del mundo”. Un discurso plagado de falsedades, pues las propias cifras de la policía local contradicen su versión.

El despliegue ordenado por Trump se da en el marco de una ofensiva autoritaria contra ciudades gobernadas por demócratas. En junio, ya había enviado marines y Guardia Nacional a Los Ángeles para sofocar protestas por redadas migratorias. Fue la primera vez desde 1965 que un presidente estadounidense usó a la Guardia Nacional en contra de la voluntad de un gobernador.

El fondo es claro: Trump y Vance no están combatiendo el crimen, están militarizando la vida pública de EE.UU. y atacando a sus opositores políticos. Lo ocurrido en Washington no fue una muestra de fuerza, sino de debilidad: al vicepresidente lo recibieron con abucheos en su propia capital.