El gobierno de Daniel Noboa se tambalea. Este martes, Ecuador amaneció paralizado por más de 50 bloqueos de carreteras, decenas de detenidos y la furia de transportistas, campesinos y ciudadanos, que salieron a las calles contra el alza del diésel y la entrega de concesiones mineras en zonas ecológicas.
En Cuenca, una marcha multitudinaria de más de 50 mil personas desafió abiertamente el estado de excepción decretado por Noboa, que prohíbe las reuniones y busca acallar el descontento. Ni la represión con gases lacrimógenos ni la presencia de miles de soldados pudieron contener la ola de indignación.
El mandatario, cada vez más aislado, se atrincheró en un cuartel militar en Latacunga, rodeado de uniformados y lejos del clamor ciudadano. Con traje militar y semblante de nerviosismo, intenta proyectar control mientras el país se le escapa de las manos. La vicepresidenta, María José Pinto, también abandonó Quito para refugiarse en Otavalo, bajo estrictas medidas de seguridad.
La presión no cede. El alza del diésel golpea con fuerza a transportistas y eleva los precios de los alimentos, mientras la población acusa a Noboa de someter al país a una crisis económica y social sin precedentes. Para colmo, la Corte Constitucional le cerró la puerta a su intento de manipular la Asamblea Nacional reduciendo el número de legisladores, dejándolo con otra derrota política en pleno incendio nacional.
En las calles, la voz es unánime: Noboa gobierna atrincherado y de espaldas al pueblo, mientras Ecuador arde en protestas.




