Al menos 4 muertos y varios heridos dejó un trágico tiroteo en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Grand Blanc, Michigan, donde el sospechoso, Thomas Jacob Sanford, un veterano de la Marina y declarado seguidor de Donald Trump, estrelló su vehículo contra el templo, abrió fuego y posteriormente provocó un incendio “deliberado”.
El ataque ocurrió durante un servicio religioso dominical, cuando feligreses protegían a niños y buscaban refugio. Las autoridades destacaron el heroísmo de los asistentes, mientras que el sospechoso fue abatido por la policía, que descartó más amenazas para el público.
Sanford utilizó un acelerante, probablemente gasolina, para prender fuego a la iglesia, dejando un daño extenso y víctimas aún no contabilizadas. El FBI desplegó a 100 agentes para colaborar en la investigación y recabar evidencia sobre posibles motivaciones políticas del atacante.
Este ataque se suma a la ola de violencia promovida por discursos de odio y polarización que Donald Trump ha alimentado en Estados Unidos. Aunque Trump aseguró estar “informado” del incidente y calificó el tiroteo de “horrendo”, sus seguidores continúan siendo señalados por propagar la violencia y el extremismo en el país.
Doug Anderson, portavoz de la iglesia, calificó los hechos como un “acto cobarde y criminal” y resaltó que los lugares de culto deben ser santuarios de paz, mientras el director del FBI, Kash Patel, reiteró la gravedad del ataque.
Un domingo que debía ser de oración y comunidad se convirtió en tragedia, y queda la evidencia de que los discursos incendiarios de líderes políticos, como Trump, tienen consecuencias reales en la vida de los ciudadanos.