Trinidad y Tobago se ha convertido en un actor clave para Estados Unidos en su narrativa belicista contra Venezuela. El pequeño territorio insular, ubicado a apenas 11 kilómetros de las costas venezolanas, autorizó recientemente el atraque de un buque de guerra estadounidense para realizar ejercicios militares en sus aguas, una medida que refuerza la presencia militar de Washington en el Caribe.
La decisión de Puerto España provocó la suspensión de los acuerdos bilaterales de extracción de gas con Venezuela, evidenciando que los recursos naturales son un eje central en las relaciones de la región. Este movimiento subraya cómo Estados Unidos busca consolidar aliados estratégicos cerca de Caracas, en el marco de su campaña de presión política y militar contra el gobierno de Nicolás Maduro.
Expertos señalan que la cercanía geográfica de Trinidad y Tobago y su infraestructura portuaria la convierten en un socio ideal para operaciones logísticas y de vigilancia, mientras que la disputa sobre recursos energéticos refuerza los intereses geopolíticos de Washington en la zona.
En este contexto, el archipiélago no solo actúa como plataforma militar, sino también como espacio clave para proyectar influencia y controlar rutas estratégicas de gas y petróleo, que forman parte de la compleja ecuación geopolítica del Caribe y la presión estadounidense sobre Venezuela.



