Durante la ceremonia por el 75 aniversario de Elektra, el empresario Ricardo Salinas Pliego aprovechó la tragedia del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, para lanzar una nueva andanada de críticas contra el Gobierno Federal, al que calificó de “corrupto” y “parásito social”. Sin embargo, sus declaraciones dejan más preguntas que certezas sobre su propia responsabilidad ética y social.
El magnate, dueño de Grupo Salinas y uno de los hombres más ricos del país, acusó a los gobiernos de vivir del trabajo de los ciudadanos productivos, pero omitió mencionar que gran parte de su fortuna se ha construido gracias a concesiones, contratos públicos y un modelo de negocio que históricamente ha sido señalado por abusar de los sectores más vulnerables.
“Si quieres ser rico, véndele a los que menos tienen”, recordó Salinas Pliego citando el consejo de su abuelo. Una frase que, más que filosofía empresarial, parece hoy una confesión del modelo que Elektra y Banco Azteca han seguido durante décadas: hacer negocio con la pobreza, ofreciendo créditos con intereses elevados y productos sobrevaluados a los sectores de menores ingresos.
Hipocresía empresarial
Mientras critica a los gobiernos por ser “parásitos sociales”, el empresario ha sido protagonista de numerosos litigios fiscales, resistiéndose a pagar miles de millones de pesos en impuestos al SAT. En redes sociales, presume su fortuna y su estilo de vida, mientras descalifica a quienes cuestionan su falta de compromiso con la justicia fiscal.
Paradójicamente, Salinas Pliego exige transparencia y resultados al Estado, pero su propio historial empresarial está marcado por la opacidad, los abusos laborales y la evasión de responsabilidades sociales.
La política desde el privilegio
Las declaraciones del dueño de TV Azteca llegan en un momento de alta tensión por la violencia en el país. Sin embargo, su discurso no ofrece soluciones, sino que se convierte en un ejercicio de cinismo, donde un empresario multimillonario se coloca como juez moral de un sistema que él mismo ha sabido aprovechar.
En vez de asumir un papel constructivo o de responsabilidad social, Salinas Pliego prefiere alimentar la polarización y victimizarse ante un gobierno que, según él, no lo ha favorecido.
“Yo no he tenido ninguna concesión del Gobierno; la televisión se las compré y les pagué 650 millones de dólares… No me hicieron ningún favor”, dijo.
Lo cierto es que sin las concesiones, sin la regulación permisiva y sin la protección de los mismos gobiernos que hoy desprecia, el imperio de Salinas Pliego difícilmente habría alcanzado su tamaño actual.



