El Presidente Donald Trump volvió a tensar la relación entre su administración y los medios al exigir que la cadena NBC despida “de inmediato” al comediante Seth Meyers, tras un segmento donde éste se burló de su impopularidad y de los escándalos vinculados al caso Epstein. El mandatario lo acusó de padecer un “incurable Síndrome de Desorden Trump” y lo calificó como un presentador “sin talento”.
El mensaje —emitido desde Truth Social— llegó después de que Meyers criticara duramente a Trump, llamándolo “el Presidente más impopular de la historia” y señalando el creciente malestar incluso entre sus seguidores MAGA. Para Trump, la respuesta fue pedir la cabeza del conductor, dejando ver que su cruzada contra la sátira política no es solo retórica, sino un intento explícito de castigar la crítica desde el poder.
Donald J. Trump Truth Social Post 06:57 PM EST 11/15/25
NBC’s Seth Meyers is suffering from an incurable case of Trump Derangement Syndrome (TDS). He was viewed last night in an uncontrollable rage, likely due to the fact that his “show” is a Ratings DISASTER. Aside from…
— Commentary Donald J. Trump Posts From Truth Social (@TrumpDailyPosts) November 16, 2025
Este episodio no es aislado. Desde enero, cuando se discutía la renovación del contrato de Meyers, Trump ya lo había catalogado como “uno de los menos talentosos” y amenazado a Comcast, empresa matriz de NBC, con que “pagará un gran precio” por transmitir contenido desfavorable. También celebró recientemente la suspensión temporal del programa de Jimmy Kimmel, otro de sus críticos, y anticipó que Meyers sería “el próximo”.
La tensión escaló cuando Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), republicó el mensaje de Trump, alimentando temores sobre intromisión regulatoria y posibles represalias desde el aparato gubernamental contra las televisoras.
La paradoja es evidente: mientras Washington se erige globalmente como defensor de la “libertad de expresión”, la administración Trump presiona abiertamente a cadenas privadas y hostiga a comediantes cuyo trabajo es, precisamente, cuestionar al poder. En un país que presume tolerancia al escrutinio público, el presidente apunta directamente a voces críticas, descalificándolas como “ilegales” o “enemigas”.
Meyers no ha respondido, aunque en entregas previas ironizó sobre las amenazas del presidente. Pero el mensaje ya quedó claro: en la era Trump, la sátira se convierte en un blanco político y la “libertad de expresión” parece tener límites… al menos cuando incomoda al poder.




