La Libertad

A través de la ventana, Libre vigila un mundo  al que teme. No pierde detalle de las personas que pasean con sus mascotas. En el escaso mes que llevamos en la nueva casa ya tiene un panorama preciso de los horarios en los que pasean los perros que le caen bien y los potenciales enemigos. Se enfurece, se entretiene; Libre tiene miedo a la calle.

Nadie conoce la razón del terror. Unos atribuyen a su vida pasada, otros a una incomodidad muy presente; he comenzado a pensar que Libre simplemente no quiere salir porque no le apetece, no le da la gana; Libre es una voluntad.

Nosotros no entendemos su normalidad. Nos cuesta mucho adaptarnos, limitarnos a un plan de gasto y seguir una receta al pie de la letra. Porque estamos, al parecer, enojados y tristes por el encierro y la impotencia: presas de la INCERTIDUMBRE.   Libre tiene pocas pero muy sólidas certezas, por eso ladra poco. Contempla y goza. Se le ve. Sabe que además de las croquetas tiene la posibilidad de tener una divina Galleta María de cuando en cuando. Sólo una. No pide más. Quizá sea por su pasado; Libre sabe dosificarse los placeres.

A Ella y a mí nos cuesta más trabajo. La angustia la combatimos con carbohidratos que nos obligan, a ella más que a mí, a los pilates en el mañana y la yoga por la noche. Deberíamos aprender de Libre. Dejar que las cosas sucedan y no temer a nuestros miedos ni a las voluntades: no tener el mínimo recelo de quienes somos. Al contrario, construir con nuestras pequeñas certezas, sonidos básicos, perejil y cilantro.

Quizá debamos darnos cuenta que cocinar  en este momento no es buscar una lista de ingredientes ni la estandarización de una receta, porque no vivimos tiempos normales, ya no habitamos el mundo que conocemos… y quizá nunca vuelva. Por eso no podemos, porque además no debemos, salir como frenéticos a buscar lo que no tenemos, a padecer el hueco y la ausencia. Porque no da tiempo y salir a buscar no es lo mismo que encontrar. Mejor hebremos de divertinos con lo que hay, abrazar la necesidad y la fatalidad, festejar la alegría, las sonrisas y las sardinas en salsa de tomate.

Lo arroces necesitan tiempo y precisión, pero no demanda nada  más. NO nos obligan tener ingredientes caros o comunes. Sólo nos piden atención y verdad: estar en conquista del presente. Por eso los arroces son nobles y difíciles, sencillos y extraordinarios. Nos obligan a pensar, a imaginar, a valorar lo que tenemos y lo que queremos dar.

Libre tiene prohibido entrar a la cocina. Mientras cocino siempre me mira. Me contempla. Me mira como a los perros que le caen bien o los potenciales enemigos. Espera mis distracción. Algo puede caer al suelo. Si sucede será un día un tanto más feliz que otros. Si no pasa… no pasa nada, para Libre los días son lo que son: un encierro decido, milagroso y feliz. Si no hubiera llegado esa noche de Año Nuevo quizá habría muerto por el hambre; hoy tiene la fortuna de tener croquetas y nosotros la de tenerla a ella; la de saber que este encierro necesario es más fácil  sobrellevarlo, diusfrutarlo y quererlo, si aprendemos a ser ella, si aprendemos a ser Libre.

 

Diego Mejía. Juntaletras por necesidad  y mezclapimientas por el puro gusto. Me dedico a ser preguntón en entrevistas, cabinas de radio o grupos focales. He sido copy, reportero de un programa de deportes y director de una revista de emprendedores.

Twitter: @diegmej

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