Ciudad de México a 10 noviembre, 2025, 11: 58 hora del centro.
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Contra las refresqueras y contra la gordofobia

Amanda la Count es modelo, bailarina y actriz. Ella hace ejercicio todos los días y come sanamente. Yo conozco a varias personas que fuman en demasía, apenas se ejercitan y son incorregibles adictas a las azúcares procesadas. Amanda es gorda; las personas de las que hablo, no. Pero las fotos en redes sociales de Amanda están llenas de comentarios que en nombre de “su salud” le dicen que debe “cuidarse”. A mis conocidas nadie les dice eso, porque son delgadas y asumen que son sanas. 

La gordofobia es el odio a los cuerpos gordos. Es un sesgo social que expresa desagrado, discrimina, minusvalora y menosprecia a las personas que parecen tener obesidad. Este odio es justificado con premisas basadas en “la preocupación” por la salud de la persona a la que se discrimina. Sin embargo, los estándares médicos sobre cómo es un cuerpo saludable no necesariamente presentan una correlación con la delgadez corporal. El ejemplo de Amanda y mis conocidos es sencillo, pero ilustrativo. 

El combate a la insalubridad generada por las bebidas azucaradas y la promoción de la gordofobia se dividen por una línea muy delgada. En muchas ocasiones, las campañas que intentan promover un estilo de vida “más sano”, invitando a evitar el veneno embotellado, también lo hacen bajo la amenaza simbólica de convertirte en una persona obesa: “Cuidado si consumes bebidas azucaradas, tener obesidad es la peor consecuencia que podrías sufrir”. 

El consumo inmoderado del veneno embotellado puede provocar diversas enfermedades. Las bebidas endulzadas contienen más o menos el equivalente a 12 cucharadas de azúcar. No es sorprendente que exista una correlación entre estas y la presencia de diabetes, hipertensión, presión arterial y cáncer de páncreas, así como problemas dentales en las personas que las consumen. 

Pero la gordofobia provoca que odiemos nuestros cuerpos. Las niñas mexicanas comienzan a presentar trastornos alimenticios generalmente a partir de los 13 años, porque desde que nacemos nos enseñan que solo las mujeres delgadas son hermosas y exitosas. Este rechazo impide a las personas que la sufren acceder a trabajos y hasta caminar tranquilas por la calle. También provoca que tengamos un miedo permanente a la no-delgadez, porque de alguna forma nos convencimos de que valemos menos si nuestros cuerpos son más grandes. La gordofobia lastima y discrimina. 

Una campaña que combata al enemigo del azúcar procesado y las grasas trans debe cuidar las formas de hablar sobre los cuerpos. Es urgente dejar de recordarnos que las azúcares y grasas son indeseables porque “los cuerpos gordos también lo son”. Esos ingredientes son peligrosos porque provocan enfermedades crónico-degenerativas. También son nocivos porque generan basura y dañan el medioambiente. Hay que combatir a las refresqueras y a los chatarreros, sí, pero también hay que eliminar el odio a los cuerpos gordos.

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