Las redes sociales se han contaminado desde hace mucho tiempo. Conforme avanzan los años algunas técnicas se han perfeccionado, otras se han modificado y muchas han quedado inutilizadas.
Con su llegada, la conversación pública tuvo una gran modificación en sus dinámicas y dependiendo de los gobiernos en turno ese debate ha podido ampliarse, replicarse en más plataformas o –en algunos casos- censurarse.
En el 2012 (y durante casi todo el sexenio de Peña Nieto) se vivieron varios intentos por alterar tendencias en redes que eran críticas al gobierno. Al mismo tiempo, los grandes medios de comunicación ignoraban a los movimientos en redes que exigían justicia, democracia o igualdad. Así –en cierta medida- el prianismo intentaba controlar la opinión pública.
Afortunadamente eso no sucedió y las redes sociales lograron abrir las puertas para ampliar el debate público con perspectivas diferentes a las tradicionales. Hoy siguen siendo una herramienta de comunicación y democratización en el debate público. No por nada Andrés Manuel López Obrador las llamaba las “benditas redes sociales” ya que, ante el control y cerrazón de los medios tradicionales, en las redes la censura no pudo hacerse presente.
Por eso sigue siendo tan importante para la oposición el intento de control de las redes sociales. En combinación con el control de los medios de comunicación masiva, se busca es querer controlar el discurso y la conversación pública.
De tal manera que la oposición se ha encargado de envenenar toda la conversación pública con recursos como noticias falsas, verdades a medias, opiniones y análisis que parten de sólo una percepción de la realidad o de solo una posición política y con mentiras.
Por eso hemos visto que se han inundado las redes con páginas ficticias que difunden noticias falsas, con bots que las replican, atacan a quienes son críticos, inflan tendencias y opiniones de personalidades que probablemente para muchos y muchas en el mundo real no tendrían mucho eco.
Al final del día, estos recursos y deshonestidades crean una percepción distorsionada de la conversación pública, pero principalmente generan un mal que nos debe de preocupar a todos y todas: afectan las formas en las que se generan los debates con diferentes posicionamientos u opiniones políticas.
Un ejemplo muy preciso es el anuncio del Presidente Andrés Manuel sobre su contagio de covid-19, donde muchos y muchas de quienes no coinciden con él vertieron mensajes de odio y vileza en su contra.
Esta forma de llevar el debate público y de sembrar odios ante la diferencia generará grandes problemas para que nuestra democracia pueda madurar, ya que una parte importante de este proceso se da en el contraste de ideas y en el convencimiento de la población.
No podemos permitir que la batalla cultural de cada corriente política se dé a través de con odios, mezquindades y los peores lastres de nuestra sociedad.



