Hace quince días, la presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde Luján, dio inicio al proceso para conformar 71,500 Comités Seccionales, uno por cada sección electoral de México. No es solo una cifra: es el corazón del movimiento, la organización territorial que estará presente en cada rincón del país.
Estos comités son la culminación de un proyecto que Andrés Manuel López Obrador impulsó desde los orígenes de Morena: construir una estructura ciudadana capaz de defender el voto, movilizar al pueblo y fortalecer la organización popular. Desde aquel 2 de octubre de 2011, quedó claro que en morena la verdadera fuerza no debe residir en las élites, sino en la militancia organizada.
Con esta red nacional, Morena se consolida como el partido más grande de América Latina y, al mismo tiempo, como el movimiento más sólido del continente. No se trata solo de ganar elecciones: se trata de construir poder popular permanente, con presencia en colonias, ejidos, escuelas y centros de trabajo.
Cada comité será un espacio vivo de participación, la voz de miles se unirá en una sola consigna nacional, capaz de enfrentar a aquellos que intentan frenar la transformación.
Esa unidad es nuestra mayor fortaleza: organización desde abajo para cambiar el país desde adentro.
El reto es enorme, pero también histórico. Los comités seccionales serán semilla de un nuevo tejido social: promoverán la solidaridad, la cultura, la acción comunitaria y la defensa de la justicia. Son, en esencia, la base de un México en el que el pueblo gobierna con dignidad y esperanza.
Por eso, el 17 de agosto de 2025, cuando Luisa María Alcalde inició desde Coyoacán —en la seccion 720 de La Candelaria—, no fue un acto protocolario sino un punto de partida para una nueva etapa de la Cuarta Transformación: más organizada, más firme y más cercana a la gente.
Hoy, como militante, lo digo con certeza: Morena no es coyuntura ni moda, es el camino de un pueblo en movimiento. En cada una de las secciones electorales ya palpita el futuro de México.
Ahí está nuestra fuerza.
Ahí está nuestra esperanza.
Ahí está la certeza de que la transformación no tiene marcha atrás.
				

