Ciudad de México a 2 octubre, 2025, 15: 02 hora del centro.
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Poder político, la lucha contra sí mismo

postal PP horizontal Miguel Vicente

La calidad de un gobernante no depende de la fuerza de su oposición, sino de su capacidad para conservar el juicio en contextos donde nadie parece poder detenerlo.

La política, como espacio de poder, requiere tanto de límites externos (instituciones, contrapesos, oposición) como de límites internos (prudencia, autocontrol, ética). En ausencia de oposición,  la autolimitación se convierte en el criterio fundamental que distingue al verdadero político del simple detentador del poder.

Por eso, gobernantes así como entran, salen. Por la falta de capacidad para gestionar el poder que tienen en sus manos, por sus diatribas en el cargo y sus abusos y excesos por sentirse omnipotentes, ejemplos en México, tenemos varios.

En la teoría clásica del poder, diversos autores definen sus límites, uno de ellos es por supuesto Nicolás Maquiavelo, quien advirtió que los gobernantes que abusan de la confianza del pueblo terminan debilitando su propia autoridad, pues: “un príncipe prudente debe preferir una reputación de tacaño que produzca reproches sin odio, antes que la de incapaz que le obligue a hacerse odioso por necesidad” una frase ambivalente que requiere detenimiento para comprenderla todavía en nuestros tiempos.

Morena, el partido todopoderoso en México hoy se enfrenta a este nuevo reto, el de colocar como representantes a políticos que no se hayan caracterizado por el abuso de autoridad, nepotismo, cacicazgo, mala reputación y ambición de poder en sus últimos cargos, Claudia Sheinbaum por supuesto  lo sabe, aún carga con rémoras de pasadas administraciones y causas del ajedréz político pero, el 2027 es su elección, la elección de los suyos.

Si, “solo el pueblo puede defender al pueblo”, también tiene sentido la idea fundamental de que “el poder debe frenar al poder” de Montesquieu, desarrollada en «El espíritu de las leyes”, formulando con esto la base del sistema de contrapesos moderno, que aplica también al sistema político mexicano.

La autolimitación es una virtud política, un gobernante de calidad se mide en su capacidad de gobernarse a sí mismo. Esta idea se conecta con la noción aristotélica de la prudencia, cualidad intrínseca de quien detenta el poder.

En política, la autolimitación no es signo de debilidad, sino el principio que asegura gobernabilidad y credibilidad a largo plazo, un político en el que nadie cree y que solo sustenta su carrera en la aritmética electoral, tiende a ser débil cuando  se termina su cargo o el poder se le esfuma de las manos.

De ahí la importancia de la lucha contra sí mismo y lo imperante que es, en tiempos de tantos canales de comunicación, no enviar mensajes equivocados,  voltear alrededor, hacer catarsis y cambiar el rumbo en caso de ser necesario, porque la oposición está adentro, incluso en las mismas oficinas que despachan. Nos vemos en la próxima.

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