A lo largo de la historia en México, la alfabetización ha sido un punto medular en la agenda educativa, con incidencia en todos los ámbitos. Aunque el analfabetismo se ha reducido en los últimos decenios, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), revela que en México existen 4 millones 456 mil 431 personas que no saben leer ni escribir; es decir, 4.7% de la población con 15 o más años. Los datos oficiales, también muestran que los estados más afectados son Chiapas (610,531 personas), Guerrero (557,053 personas) y Oaxaca (525,858 personas). En contraparte, en donde menos analfabetas existen es en Ciudad de México (62,390 personas), Nuevo León (66,846 personas) y Coahuila (75,759).
Freire sostiene que la alfabetización es mucho más que instruir a las personas que no saben leer y escribir, y la define como «La habilidad de leer el mundo, de continuar aprendiendo». Es importante, entonces, concebir la alfabetización como un proceso que permite a la persona desarrollar plenamente habilidades de lectura. Lo anterior, implica interpretación y expresión crítica de las realidades sociales, políticas y económicas en las que vive. La alfabetización –según especialistas— es un indicador de progreso, pues representa un factor esencial para erradicar la pobreza, reducir el abuso infantil, detener el crecimiento demográfico, instaurar la igualdad entre los sexos y garantizar el desarrollo sostenible, la paz y la democracia. Una persona alfabetizada tiene mayor conciencia sobre la importancia de la educación, tiene elementos que le permiten conseguir un mejor trabajo y está preparada para enfrentarse a los desafíos de un contexto diverso, complejo y cambiante.
Las autoridades federales admiten que, aun cuando ha habido un avance muy importante para combatir el analfabetismo, las cifras son todavía alarmantes. Por ello, resulta trascendental la conmemoración del Día Internacional de la Alfabetización, el 8 de septiembre, que se celebra a nivel mundial desde que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobara su conmemoración en el año 1965. Ahora bien, en la actualidad no únicamente se evalúa la cantidad de personas que saben leer y escribir, ya que, a partir del año 2017, también se sumó la alfabetización digital, es decir, la capacidad que tienen las personas para entender y usar de forma provechosa las nuevas tecnologías de la comunicación. Como cada año, el Día Internacional de la Alfabetización se centra en un tema o lema, que en el 2022 es «Transformar los espacios de aprendizaje de la alfabetización», haciendo énfasis en que se trata de repensar los espacios de aprendizaje para desarrollar la resiliencia y garantizar una educación de calidad, igualitaria e inclusiva.
Es importante considerar que –teniendo como antecedente que durante la pandemia por COVID-19 se tuvieron que suspender clases y planes de educación y ello acentuó las desigualdades en materia educativa entre los países del mundo— el lema para 2021 fue el siguiente: «Alfabetización para una recuperación centrada en las personas: reducir la brecha digital», en virtud de que el sector educativo se apoyó entonces en las nuevas tecnologías para continuar con el proceso enseñanza –aprendizaje de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, pero el acceso a estas tecnologías no es igual para todas y todos, lo que generó aún más desigualdades.
Otro aspecto que revela la realidad de nuestro país es que los datos del INEGI evidencian que de la población analfabeta, las mujeres ocupan el mayor porcentaje; en concreto y con base al Censo de Población y Vivienda 2020, 4 de cada 100 hombres y 6 de cada 100 mujeres de 15 años y más no saben leer ni escribir. Las mujeres, entonces, en esta problemática –como casi siempre— padecen una doble condición, por ser mujeres y por el rezago social, ya que es mucho más grave el analfabetismo en el caso de ellas.
Gobierno, instituciones educativas, medios de comunicación y sociedad en general debemos priorizar trabajar en torno a un objetivo impostergable: erradicar el analfabetismo en nuestro país, a través de acciones concretas como establecer políticas y estrategias que respondan a las necesidades detectadas a través de un diagnóstico integral, utilizar las tecnologías digitales para lograr un mayor y mejor resultado en el proceso enseñanza – aprendizaje, coordinar esfuerzos después de una evaluación completa de los resultados generados por los programas puestos en práctica hasta ahora para la alfabetización de jóvenes y adultos, pero sobre todo, partiendo de la conciencia del compromiso con las personas más pobres, con los sectores marginados, y acompañándonos de la congruencia en el actuar, para juntos y juntas, trabajar para acabar con la ignorancia y la falta de educación en nuestro país.