Ciudad de México a 4 noviembre, 2025, 5: 11 hora del centro.
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Carlos Manzo y Uruapan como epicentro

El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, estremeció a México no solo por la brutalidad del ataque, sino por lo que simboliza: la confirmación de que la violencia criminal sigue rigiendo la vida pública del país y que el crimen organizado actúa con absoluta impunidad. Manzo fue asesinado frente a ciudadanos que participaban en las celebraciones del Día de Muertos. A pesar de contar con 14 elementos provistos por la federación para su protección, el crimen organizado logró su cometido.

La muerte de Manzo se suma a una larga lista de asesinatos y que como sociedad hemos  normalizado al grado de la indiferencia. En los últimos años, hemos visto caer alcaldes, candidatos, funcionarios, activistas y líderes sociales en manos de grupos criminales. Los mexicanos terminamos por asimilarlo como parte de la “cotidianidad” del país.

Este crimen debe ser un punto de inflexión para la sociedad y el gobierno de México. Necesitamos indignación inteligente, acción cívica, presión pública y una sociedad que exija, con firmeza, resultados. La respuesta no puede limitarse a lamentos y pesares. Por el bien de todos, seguridad y justicia: esos es lo que tanto necesita nuestro país.

A su vez, la sociedad tiene un papel que va más allá de la indignación. Debemos presionar, participar pero sobre todo exigir. Y es en la misma sociedad donde podrá surgir el cambio que necesitamos. ¿Estamos dispuestos a hacerlo o volveremos a mirar hacia otro lado? Este asesinato demuestra que el costo de la indiferencia es cada vez más alto.

El gobierno federal enfrenta una prueba de credibilidad: demostrar que puede proteger a la ciudadanía, recuperar zonas enteras bajo el dominio del crimen organizado, llevar ante la justicia a los transgresores de la ley y terminar con la impunidad.

Para Morena, el impacto también será electoral dependiendo el nivel de indiferencia que prive en la sociedad. La oposición busca usar el caso como arma discursiva rumbo al 2027, insistiendo en que el partido gobernante no ha logrado contener la violencia y se ha fracasado en materia de seguridad pública. Resulta muy difícil sostener los avances en la materia que se presentan en los reportes del Gabinete de Seguridad versus noticias tan lastimosas como esta.

Por eso, el gobierno federal está frente a una disyuntiva: o convierte este crimen en un punto de inflexión con resultados verificables, o permite que se diluya entre la impunidad, debilitando su propio discurso. Si este caso se resuelve, si hay justicia, si se reconstruye la confianza, el gobierno podrá enviar el mensaje de que el Estado todavía tiene capacidad. Si no, la oposición tendrá argumentos sólidos y la ciudadanía tendrá motivos legítimos para dudar.

La muerte de Carlos Manzo debe ser entendida como una advertencia y una oportunidad. Advertencia de que el cáncer de la violencia está avanzando y amenaza directamente la vida democrática. Oportunidad para que instituciones y ciudadanía reaccionen con un sentido de urgencia que hasta ahora nos ha faltado.

El país no puede permitirse otro asesinato más sin consecuencias. Si nada cambia, México seguirá escribiendo su historia con balas, miedo y silencio en detrimento de nuestras instituciones y del futuro de nuestro gran país.

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