El 7 de junio de 1848, hace 176 años, nació Dolores Jiménez y Muro en Aguascalientes. Fue precursora intelectual, periodista y propagandista de la Revolución Mexicana. De su vida pública es conocida su participación en el proceso revolucionario de 1910, pero su militancia por las causas justas se remonta al juarismo, ya que en su juventud apoyó la resistencia contra la invasión francesa. Dolores Jiménez y Muro también es la resistencia.
Una estudiosa de su vida, la Dra. Oresta López pormenorizó: “Fue una profesora formada en los años del liberalismo de la época de Benito Juárez. Su padre fue un funcionario liberal que se desempeñó en San Juan del Río, Querétaro. Cursó la Normal para maestras y se hizo autodidacta. Conocía la historia de México, leía en francés y en latín, tenía nociones de Derecho y leyó con interés las obras de la Ilustración y del liberalismo de su tiempo. No contrajo matrimonio ni tuvo hijos y su vocación se centró en la lucha por los principios del liberalismo.”
En la historia de la Revolución es recurrente la mención a “las soldaderas” o “adelitas”, mujeres que combatieron empuñando las armas, en algunos casos fueron generalas o coronelas, en el imaginario popular constan sus actos de verdadero heroísmo en combate, como los relatos sobre Juana Gutiérrez de Mendoza y su pelotón de mujeres viudas y huérfanas, o Ángela Jiménez famosa por sus cargas explosivas; sin embargo, se han recuperado también las fuentes documentales y orales sobre las mujeres que utilizaron la palabra como instrumento de lucha.
En el caso de las mujeres que ejercieron el periodismo a partir de las últimas décadas del siglo XIX -como fue el caso de Jiménez y Muro-, es pertinente señalar que hubo una destacada incorporación de generaciones de mujeres a dicho oficio, pues “de 1873 a 1889 las mujeres mexicanas empezaron a fundar sus propias publicaciones periodísticas, a insertar en sus páginas artículos y columnas, a construir sus realidades, a hacerse visibles en su sociedad, a argumentar sobre su propia condición femenina y a integrarse al periodismo. Ellas tuvieron la certeza de que la prensa ya formaba parte de su vida. Es así como se presentarán cuatro publicaciones representativas del siglo XIX: Las Hijas del Anáhuac, El álbum de la mujer, El correo de las señoras y Violetas del Anáhuac” (Hernández Carballido, 2015).
Dolores Jiménez y Muro convivió con el magonismo, se documentó de las ideas revolucionarias y encontró camino a su sensibilidad social, pues logró realizar acciones filantrópicas a favor de trabajadores, mujeres, y revolucionarios en ciernes. De los clubes liberales abanderó el antirreeleccionismo.
Francisco I. Madero emplazó al pueblo a la disputa electoral, sin embargo el fraude del 26 de junio de 1910 radicalizó el proceso, se gestó velozmente el movimiento revolucionario y significó una nueva etapa para luchadoras como Dolores Jiménez y Muro, quien ese mismo junio dio vida al club antirreeleccionista Hijas de Cuauhtémoc, formado en la ciudad de México en junio de 1910, y “dirigido por Dolores Jiménez y Muro, Elodia Arce Arciniega, como secretaria, Julia Nava de Ruisánchez y Herminia Garza como vocales.” (Rocha, 2015). En 1911 firmó el Plan de Tacubaya y reconoció a Francisco I. Madero como presidente provisional.
Decía Jiménez y Muro: “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”, tenía 62 años de edad cuando comenzó la Revolución Mexicana en 1910. En un mundo dominado por hombres, era una mujer y adulta mayor, lo que seguramente implicó cierto desdén hacia ella, pero el ser mujer la mantuvo firme, con gran energía remontó las adversidades de la edad y las discriminaciones de género, en tal dimensión que sus contemporáneos le llamaron “la antorcha de la revolución”.
Dolores escribió el proemio del Plan de Ayala, proclamado el 28 de noviembre de 1911, que sintetizaba el proyecto zapatista y la expropiación y reparto de todas las tierras entre los campesinos.
De la palabra escrita como arma transformadora, algunas fuentes señalan que a sus 66 años es Dolores Jiménez y Muro la que flanquea a Francisco Villa y Emiliano Zapata en la toma de Palacio Nacional ejecutada por los ejércitos populares más grandes de América Latina, La División del Norte y el Ejército Libertador del Sur en 1914. Pero más allá de esa conmovedora imagen de los campesinos y la Silla Presidencial, Jiménez y Muro representa a esa generación de mujeres revolucionarias, de lucha e ideales que lograron la 3ª gran transformación nacional.
Aunque existe un consenso sobre que Dolores Jiménez y Muro murió en 1925. Sobre su muerte hay varias versiones, que murió fusilada en 1916, que se quitó la vida antes de ser nuevamente encarcelada, que partió enferma y en la pobreza. Se sabe que sus restos mortales no han sido plenamente identificados, pero la historiografía y el propio imaginario comienzan a desprenderla del olvido, a colocar en su verdadera dimensión su legado, camino libertaria y transformadora.
Este 2024 la Dra. Claudia Sheinbaum es la primera mujer en la historia en recibir la constancia de Presidenta electa de México. Es tiempo de mujeres, de aquellas que como Dolores con sus convicciones alumbraron con su palabra los momentos decisivos de las largas jornadas del pueblo y de las mujeres por su liberación.