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El «echaleganismo» contra la movilidad social

Todas y todos nosotros damos diariamente lo mejor para avanzar en el cumplimiento de nuestras metas, sueños y objetivos. Buscando con esfuerzos académicos, laborales y personales el reconocimiento correspondiente al esfuerzo que hemos aplicado en los distintos ámbitos de nuestra vida. Trabajando así por alcanzar cosas muy diversas, desde lo más básico como lo puede ser la compra de algún artículo o bien que nos brinde mayor comodidad o felicidad, hasta la obtención de oportunidades de seguridad y desarrollo para nosotros o nuestras familias.

Sin embargo, la desigualdad de oportunidades e ingresos esconden muchas adversidades que están relacionadas con la clase social, el género, la pertenencia a comunidades indígenas, la disidencia sexual y de género, e incluso la edad, el color de piel o la población de origen.

De acuerdo con datos del INEGI en su Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) los hogares más ricos en México cuentan en promedio con ingresos 38 veces mayores que los hogares más desfavorecidos. Si nos limitamos a analizar a la clase trabajadora y la situación de pobreza laboral actual, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) correspondientes al estudio del cuarto trimestre del año 2024, la población que cuenta con un empleo formal reportó, un ingreso laboral mensual promedio de $10,349, mientras que aquellas personas pertenecientes al sector informal percibieron en promedio $5,146 mensuales. La brecha entre las personas que cuentan con ingresos laborales del sector formal representa prácticamente el doble respecto a los ingresos de las personas ocupadas en el sector informal. Cifras extremadamente contrastantes con la realidad del 1.2% de la población que pertenece a la clase alta ya que los ingresos promedio mensuales para este grupo ascienden a los $77,975 pesos.

Desde hace más de seis años los gobiernos de la Cuarta Transformación han emprendido una ardua lucha para lograr erradicar las condiciones sociales que generan desigualdad económica y de oportunidades en nuestro país; trabajando por fortalecer la educación, la cultura, el deporte, las condiciones de paz y seguridad en nuestras comunidades, la participación política y democrática informada, así como el apoyo económico directo a quienes más lo merecen y necesitan, las y los más pobres.

Sin embargo, hoy siguen existiendo discursos ruines y sin vergüenzas, como lo es el del «echaleganismo», una narrativa muy bien elaborada para nutrir de aspiracionismo y fantasías, a una sociedad noble, pero sobre todo trabajadora, que está dispuesta a darlo todo por las personas que ama. El «echaleganismo» por muchos años nos ha hecho caer en la ilusión aritmética de que más trabajo equivale a una mayor recompensa, o que sencillamente más horas trabajadas equivalen a la oportunidad de un mayor salario y el acceso a un mejor futuro.

No obstante, ante el «echaleganismo» existen dos vertientes muy importantes. La primera ¿quien promueve este discurso?, y la segunda ¿Quién se aprovecha de esta narrativa? Ambas respuestas son fáciles de ver. En ambos casos es: el privilegio de clase, el capital, y los patrones abusivos. Las y los malos patrones han abundado tanto en nuestro país que por generaciones nos hemos comprado la romantización de las promesas del «echaleganismo», permitiendo así que renunciemos a nuestra dignidad y a nuestros derechos laborales a cambio de salarios increíblemente bajos, acompañados de promesas a oportunidades futuras, e incluso en la mayoría de los casos, llegando a consentir conductas que culminan en un intenso maltrato psicológico y emocional.

Es necesario dejar de romantizar el esfuerzo y el «echaleganismo» como una puerta directa para avanzar y alcanzar nuestros sueños. Como sociedad hemos despertado y nos hemos percatado de que la única verdadera manera de acceder a condiciones genuinas y dignas de movilidad social es por medio de la educación, la cultura, la seguridad, el respeto, pero sobre todo el genuino ejercicio de nuestros derechos laborales. Está en nosotros decidir militar del lado correcto de la historia, defender las causas justas y promover condiciones de desarrollo dignas para todas las personas.

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