La caída de la dinastía Al-Ásad, el pasado 8 de diciembre, representó un gran avance (geo)estratégico para la dupla Israel-Estados Unidos, así como de Turquía, una potencia regional que casi no se analiza en los medios de comunicación occidentales.
Por su parte, Irán perdió a un aliado estratégico en la región, aunque el golpe es temporal. Lo que sí le afecta es la reciente muerte (y extraña) del Presidente Ebrahim Raisi, además de los golpes militares de Israel a sus principales aliados, Hezbollah y Hamás, que han sufrido varias derrotas en días recientes.
¿Y qué pasó con Rusia aliada de Al-Ásad? Pues, en primer lugar, está librando una guerra con la Ucrania de Zelenski, quien ya no tendrá un respaldo absoluto de Estados Unidos cuando llegue Donald Trump al despacho oval.
Además, Vladímir Putin gana a través de Turquía pues la versión —que circula en medios internacionales— de que Rusia “perdió” con la caída del expresidente sirio es una visión muy occidental y, a mi consideración, no está contemplando los movimientos regionales que están haciendo los turcos, aliados pragmáticos de Moscú.
En los últimos años, Turquía ha tomado mucha fuerza en Oriente Medio, dado que ha lanzado fuertes incursiones militares en Libia, Yemen y Siria.
Su papel es complejo en la geopolítica volátil de la región, que está al borde de su balcanización ante la disputa no solamente por parte de los países occidentales, sino también por Arabía Saudita, Israel, Turquía e Irán.
Ankara —capital turca— sabe que esta balcanización se hará realidad a través de los yihadistas radicales del Estado Islámico o de Al Qaeda, como ocurrió en el caso de Libia y ahora en Siria. Por ello, los están combatiendo sin piedad en la región.
Por cierto, Turquía es el único miembro islámico de la OTAN, mientras que a la par busca unirse al bloque de los BRICS, dado que su pensamiento es geopolítico y no maniqueísta al estilo del presidente Joe Biden.
En la actualidad, su presidente es Recep Tayyip Erdoğan, quien fue primer ministro de 2003 a 2014 y un ultranacionalista que logró con éxito su reelección en 2023.
Aterrizando en el tema que nos compete, el mandatario turco se ve como un “sultán” y pretende revivir el imperio otomano, pues no olvidemos que, en 2020, el museo de Santa Sofía se convirtió nuevamente en mezquita — función que no albergaba desde la caída de este gran imperio en 1922—.
Asimismo, la antigua Iglesia de San Salvador en Chora (símbolo cristiano ortodoxo bizantino de Estambul) se convirtió en mezquita.
La mayoría de los turcos se consideran como los verdaderos herederos del imperio otomano, a pesar de que el primer presidente de la República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk, comenzó a borrar su pasado.
Incluso los integrantes del partido político de Erdoğan, Adalet ve Kalkınma Partisi, añoran y se enorgullecen del pasado otomano, pues ellos reivindican elementos del islam y, también, del califato —sistema de gobierno lidereado por un califa (sucesor, en árabe)—.
Dicho lo anterior, Turquía ha ido esparciendo sus tentáculos en varios conflictos —Siria, Libia, Armenia y Azerbaiyán— ubicados en las zonas que llegó abarcar el imperio otomano.
En el caso de Siria, Erdoğan tiene en su mira a los kurdos, quienes buscan crear un nuevo Estado llamado “Kurdistán,” el cual balcanizaría a la propia Turquía, Siria, Irak e Irán.
Siria es un puente para Erdoğan con el fin de luchar contra los kurdos en el norte de Siria, por ello, en 2017 ayudó a crear una coalición de grupos armados que estaban en contra de Bashar Al-Ásad.
Por otro lado, Erdoğan agudizará su enfrentamiento con el primer ministro de Israel, Netanyahu, quien es uno de los ganadores con la caída de la dinastía Al-Ásad, pues avanza sus planes de expansión territorial, incluyendo los Altos del Golán.
Es más, el primer ministro israelí benefició a Donald Trump para que regresara a la Casa Blanca al poner en un dilema a Kamala Harris ante su indiferencia al genocidio barbárico en Gaza, lo que le provocó un costo electoral en las elecciones presidenciales del pasado 5 de noviembre.
No será nada sencillo enfrentar a un Netanyahu, quien seguirá fortaleciendo su agenda expansionista a través de la administración Trump… Aunque el imperio neo-Otomano de Erdoğan sigue avanzando de forma silenciosa e incluso pronto podría llegar a Asia Central.