Hacer memoria es hacer política. Recordar es situarnos a nosotros mismos en el pasado, en un contexto que, aunque ha quedado atrás, nos afectó y moldeó el presente. Con esto no me refiero únicamente a las experiencias más directas —las personales—, que para bien o para mal son las que más nos permean naturalmente, sino a aquellas que, a pesar de muchas veces sentirse más ajenas, terminaron creando ciertas experiencias colectivas que, en muchos casos, fueron socialmente traumatizantes y que, sin lugar a duda, también terminan afectándonos en el ámbito privado.
Comprendo que para mucha gente —sobre todo para aquellas personas que la política, la economía o los movimientos sociales no son temas de su interés— el alcance de las decisiones de los gobernantes puede no ser tan claro; sin embargo, están tan relacionadas a nosotros que muchas de las experiencias que vivimos en carne propia, en algún punto de nuestras vidas, son resultado directo de alguna pésima política pública, de actos de corrupción al más alto nivel o simplemente del mal uso que individuos en el poder le dieron a la maquinaria estatal.
Decisiones como la de Carlos Salinas de deteriorar el precio de empresas públicas para venderselas a privados derivó en la creación de monopolios que enriquecieron a unos pocos y les permitió controlar el precio de lo que ofrecen a su gusto; con Zedillo, se adquirió una deuda derivada del FOBAPROA en 1994 que, aunque ya pasaron 27 años, muy probablemente la seguirán pagando nuestros nietos; Fox en 2006 obstruyó el flujo democrático al utilizar el gobierno para impedir la llegada de AMLO a la presidencia; Calderón generó una guerra sin cuartel contra el narco que derivó en familiares, amigos y conocidos de muchos mexicanos y mexicanas asesinados; Peña Nieto continuó con la estrategia de violencia, bloqueó el avance de las investigaciones sobre el caso Ayotzinapa y propuso un paquete de reformas orientadas principalmente a dar continuidad al debilitamiento del Estado para beneficiar a una camarilla.
A todo lo anterior habría que añadirle, claro, los constantes escándalos de corrupción, impunidad y muchos otros atentados contra la sociedad mexicana. Es así como hechos que a veces podrían parecer lejanos —por ser decisiones tomadas en el más alto nivel— terminan transformando la vida de la gente a pie. A lo largo de esos sexenios distinas generaciones sufrieron grandes pérdidas de las que en muchos casos quizá jamás lograron recuperarse. Algunos no pudieron conservar sus propiedades u otros bienes en la crisis del 94; hay quien perdió a gente querida en la absurda e innesesaria ola de violencia iniciada en 2006; y muchos, pero muchos mexicanos y mexicanas, han sido víctimas de la corrupción de distintas formas, siendo la negativa de obtener justicia después de haber vivido una tragedia la más alarmante para mí.
Es por lo dicho que afirmo que hacer memoria es hacer política. Es honrar a nuestros nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestras amistades, al Pueblo de México en general y a nosotros mismos. Es dejar en claro que aquí nadie olvida las injusticias vividas, y que si bien seguramente no se nos podrá resarcir el daño, deseamos que los culpables de haber ocasionado tanto dolor rindan cuentas frente a un tribunal y que enfrenten una condena en caso de ser encontrados culpables.
Así pues, aprovechemos la oportunidad histórica que se nos presenta de salir a votar por el juicio a expresidentes. El Pueblo es el soberano, y ante la falta de voluntad que ha habido de las autoridades —del poder judicial principalmente—, salgamos a exigir que se les investigue a esos oscuros personajes del pasado. No caigamos en la campaña de la derecha que intenta hacernos creer que esta consulta se trata de un proceso inútil; eso es precisamente lo que quieren: que no se juzgue a quienes ellos mismos saben han atentado contra la patria y sus habitantes. Y si tú, lector, estás en contra de la consulta y no logré convencerte con mis argumentos—aunque no estoy de acuerdo contigo— incluso así te invito a salir y votar por el no. Es tu derecho y obligación ciudadana.
Por lo pronto no me queda más que invitar a la gente a que hagamos memoria, y por lo tanto, hagamos política; por nuestras y nuestros antecesores, por nosotros y por los que vienen votemos SÍ por el juicio a expresidentes este primero de agosto.