Después de varios intentos fallidos para convocar a la ciudadanía y, peor aún, ante la evidente ausencia de un proyecto político serio, programático y con rumbo claro, la derecha mexicana vuelve a intentar organizar una marcha. Pero esta vez decidió recurrir a una estrategia aún más desesperada: utilizar a la juventud como estandarte para intentar maquillar su desgaste político y su incapacidad de interpelar a la sociedad. La vieja derecha busca ahora vestirse de “generación Z”, como si bastara ponerse ropa holgada y hablar en memes para conectar con quienes han sido históricamente ignorados por ellos mismos.
Una cuenta en la red social X, autodenominada “Generación Z”, apareció convocando a una marcha para el 15 de noviembre. Según ellos, esta movilización es un “llamado de la juventud” contra el supuesto mal gobierno de la actual Presidenta Claudia Sheinbaum. Pero basta un vistazo básico a la realidad para notar lo absurdo del argumento: Claudia Sheinbaum no solo encabeza los índices de aprobación presidencial más altos del mundo, sino que su gobierno ha mostrado resultados concretos en reducción de desigualdad, y una apuesta para el presente y futuro de las juventudes.
Entonces, ¿de dónde sale esta indignación repentina? Lo extraño de la convocatoria es la velocidad y la fuerza con la que medios de derecha y figuras ultraconservadoras comenzaron a replicarla. Una cuenta prácticamente desconocida pasó, en cuestión de días, a ser la bandera de un movimiento mediático que, casualmente, coincide con los intereses de Acción Nacional, con empresarios como Salinas Pliego y con operadores políticos que llevan años buscando cómo reposicionar a la derecha ante una sociedad que les dio la espalda desde 2018. La operación es evidente. No hay espontaneidad, no hay identidad, no hay contenido.
Tan obvia es la maniobra que incluso colectivos anarquistas, organizaciones juveniles de izquierda radical y movimientos estudiantiles reales han salido a deslindarse de inmediato. Nadie quiere ser utilizado como carne de propaganda. Y es que este intento es torpe y hasta grotesco, la derecha tomó un movimiento surgido en Nepal, lo recortó, lo vació de sentido y después lo llenó de videos escritos como guiones corporativos, algunos incluso generados con inteligencia artificial. La impostura es tan evidente que ni siquiera tuvieron la precaución de entender las demandas originales del movimiento que copiaron. Lo suyo no es construir comunidad, sino fabricar odio.
Pero el problema de fondo es más profundo: la derecha no tiene nada qué ofrecer a la juventud mexicana. No tiene propuestas, no tiene agenda, no tiene interés genuino. Cuando gobernaron, nos criminalizaron, nos llamaron “ninis”, nos cerraron espacios de participación, privatizaron la educación, precarizaron el empleo, bloquearon la cultura y le dieron la espalda a los jóvenes de los barrios, de las comunidades, de las periferias. El PAN fue el gobierno que militarizó al país justo cuando millones de jóvenes enfrentaban falta de oportunidades; el PRI fue el gobierno que reprimió y silenció a generaciones enteras. Hoy, de pronto, quieren fingir que les importamos. No les interesamos. Les interesa utilizarnos.
El movimiento de la transformación ha sido, en contraste, el primero en décadas en reconocer que la juventud no es un problema que deba corregirse, sino una fuerza que debe escucharse. Se han construido políticas para ampliar el acceso a la educación, para garantizar becas, para impulsar actividades culturales, deportivas, comunitarias y científicas; para generar empleo sin precarización y para que la participación política juvenil sea un derecho y no un privilegio. Se ha reivindicado la capacidad creativa y crítica de las juventudes, no su sometimiento.
Que no se equivoquen: la generación Z no está en venta, ni en renta, ni en propaganda. La juventud es esperanza, sí, pero de transformación. No de regreso al pasado.





