Llevamos casi 3 años de gobierno obradorista y no pasa ni un día en que algún comentócrata del antiguo régimen no alegue que en este país se acabó la libertad de expresión. Sí, de forma totalmente irrisoria porque lo hacen desde varios espacios y sin ningún tipo de inconveniente. Desde sus redes sociales, algún programa de radio o en la televisión, siguen lanzando comunicados extensos o publicando videos donde manotean mucho y mienten a la ligera. Así como se lee: dicen que no hay libertad de expresión mientras hacen uso de ella en cuanto medio tienen al alcance. Y, por supuesto, mientras miles de usuarios —afines al mismo repertorio de ideas conservadoras— comparten su discurso. Es un verdadero espectáculo que podemos entender al observar de dónde procede: un grupo de personas que estaban acostumbradas no solo a mentir por un sueldo, sino a ser los únicos que podían hablar, opinar e informar mientras la réplica era inexistente.
Todo esto, sin mencionar lo ofensivo que resulta para la memoria histórica usar tan a la ligera el tema de la censura, ya que bajo el prianato México se convirtió en uno de los peores países para ser periodista.
Están en un mundo de ficción donde se sienten falsamente perseguidos. Lo cierto es que veníamos de sufrir gobiernos—aliados con el poder económico— que elegían cuidadosamente a quiénes se les daba un espacio para opinar, con una lealtad comprada y actividades que estaban más cerca de la propaganda que del periodismo. Pero el panorama ya comienza a ser distinto, por la llegada de un nuevo gobierno y con el creciente auge de las redes sociales. Ahora, cualquier ciudadano es capaz de observar irregularidades y de cuestionar; de evidenciar medios que difunden noticias falsas; darles réplica a los personajes mencionados, y señalar las prácticas que antes eran comunes en los medios de comunicación. Hasta el mismo Presidente hace lo propio cada que tiene oportunidad.
De ahí tanta molestia: ya no son los únicos con voz. La libre réplica es una realidad, así como la posibilidad de mostrar la farsa que era antes la opinión de algunos periodistas y de otros autonombrados intelectuales. Aún falta camino por recorrer, pero se avanza.
Porque sí, eso precisamente ocurre cuando existe libertad de expresión. Calumniar sin esperar una respuesta del interlocutor es pueril y de ninguna forma puede ser presentado como censura. La oposición necesita pulir sus conceptos y aceptar que este es un país plural y de muchas voces que ahora son tomadas en cuenta.