La gobernanza social de la riqueza natural no es unilineal como tampoco lo es la diversidad natural y cultural de México, por lo que se requiere entender la diversidad de las formas de uso de los bienes y servicios rurales en nuestro país, identificar la relación que existe entre los apropiadores sociales de la riqueza natural —ya sea ejidos, comunidades o pequeños propietarios que trabajan colectivamente en manejar y aprovechar la riqueza natural—. Una perspectiva tipológica para entender los sistemas complejos que están en juego obliga a construir indicadores de esta gobernanza, considerar la escala espacio-temporal, las reglas de uso, la toma decisiones, la información —de la cual proveen en forma oportuna y completa las comunidades—, los mecanismos de supervisión y monitoreo y, sobre todo, la identificación de factores externos plasmados en las políticas públicas — por ejemplo, acuerdos internacionales y su conflictividad permitirán tener claridad en los riesgos que estas comunidades organizadas tienen para el manejo y uso y en muchos casos, recuperación de su biodiversidad—.
Estas reflexiones se encuentran plasmadas en un libro de mi autoría que circula ya en librerías de todo el país, en el que propongo precisamente una tipología sencilla y simple, basada en un cuestionario de libre respuesta abierta en diferentes ecosistemas del país —cerca de 150 ejemplos distintos de los principales diversos ecosistemas de México—. Me atrevo a adelantar, para que les interese en adquirir esta obra, que la acción colectiva y el manejo de los recursos naturales no son una panacea, implican un esfuerzo mayúsculo para construir confianza entre los actores y mantener siempre equilibrios —frágiles sobre todo por la intervención de agentes externos y jurisdicciones de poder entrecruzados que, en muchos casos, pervierte los arreglos colectivos tradicionales de las personas en lo individual y colectivo—. Aquí hago referencia al primer párrafo de esta contribución: el deseo de cooperar implica un beneficio personal en la ganancia de todos —incluyendo la propia— aunque no reditúe más en lo individual, pero podría conllevar beneficio colectivo y sentido de pertenencia. Evitar el agotamiento de un recurso puede ser suficiente estímulo para ver a la naturaleza como un bien colectivo de largo aliento.
Esta perspectiva, a mi juicio, adquiere significancia ante los impactos del cambio global que hemos visto recientemente en muchas partes del país e invita a cooperar; protocolos y acuerdos internacionales advierten las ventajas de sumar fuerzas colectivas para solucionar problemas comunes globales.
Entre las conclusiones destaco que la responsabilidad del Estado es enorme y debe regular las reglas generales, pero reconociendo los mecanismos de gestión local y lo que ahora también llamamos recursos comunes de nueva generación —es decir, aquellos vinculados con el cambio global—. Sus implicaciones obligan a nuevas y más efectivas políticas públicas integrales donde la conflictividad entre los individuos y los grupos permite, desde una perspectiva ontológica, generar nuevas respuestas a nuevas preguntas, quitando la retórica, para que se reconozcan y compensen los esfuerzos por conservar el capital natural y el manejo de la biodiversidad de miles de comunidades que están ahí como guardianes del futuro de todas y todos.
No obstante, quizás el elemento clave de este libro sea en el énfasis en la necesidad de vincular las políticas públicas de manejo y conservación de la naturaleza con las instituciones comunitarias del espectro social y cultural nacional. Ellos resguardan cerca del 10% de la biodiversidad mundial.
Agregar una reflexión ambiental a la gobernanza rural puede ayudar a proponer tipologías dinámicas que permitan una mayor claridad y una comprensión diferenciada de los recursos o colectivos rurales de México; considerando los capitales natural y social en la misma ecuación se puede confirmar que son las formas de uso, no solo de propiedad, las que pueden imprimir la sustentabilidad en el manejo de los recursos naturales. Evidencias mostradas en este libro confirman que los esquemas de exclusión, la compra de tierras y servidumbres ecológicas, o áreas protegidas sin la participación de los propietarios en su manejo, no son viables en ninguna circunstancia, incluso puede tener efectos perjudiciales.
Esto cobra especial importancia para obligarnos como país a revisar un nuevo marco jurídico que proponga una nueva ley de biodiversidad, mucho más amplia y con participación de los dueños de la riqueza natural, pero que también regule y acote claramente las actividades extractivas de los particulares en la ley minera y incluya nuevas categorías de manejo y conservación de la riqueza natural.
La suma de confianzas solidarias y la protección de los grupos ante perturbaciones externas sustentan el gran valor del capital humano tanto por la acumulación de saberes tradicionales como por el intercambio de información. Así se presentan nuevas oportunidades para fortalecer la relación del capital acumulativo social, en un valor fundamental, que el actual gobierno deberá tomar en cuenta en la gobernanza de la biodiversidad en zonas rurales
Esta obra permite ofrecer un enfoque estructurado para reconocer y valorar una dimensión incluyente y transversal del uso y conservación de la diversidad en propiedades colectivas que debería, al menos, ser visitado y reflexionado por los hacedores de políticas públicas, tanto en el Congreso de ka Unión como con actores ambientales y rurales del gobierno federal. Espero que las reflexiones sintetizadas en esta aportación y la lectura completa de la obra Naturaleza colectiva. gobernanza social de los territorios rurales llegue a manos del presidente y de sus colaboradores involucrados y fortalezcan las políticas públicas en la materia.