Ciudad de México a 4 noviembre, 2025, 5: 09 hora del centro.
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La política se juega en media cancha

Valeria Torres-Horizontal

En el fútbol, la atención suele fijarse en la delantera. Los reflectores apuntan al goleador, a la jugada espectacular, a quien hace el último toque antes de que el estadio grite. Pero cualquiera que haya jugado un torneo serio sabe la verdad: los partidos se definen en el mediocampo. Ahí se controla el ritmo, ahí se administra la posesión, ahí se decide si el equipo juega o corre detrás del balón.

En política ocurre lo mismo. Hay quienes creen que el poder se disputa en la frontal: cámaras, declaraciones, guerra de declaraciones. Se obsesionan con el último toque, con el gol visible, con aparecer en el marcador. Pero la transformación de un país no se gana con un disparo; se construye con la jugada previa: con estrategia, con paciencia, con lectura del partido. La política no se define en el área, sino mucho antes, en la conducción de la jugada.

Pero el mediocampo no solo es correr: es leer el partido. Ver dónde presiona el rival, dónde hay espacio y cuándo conviene parar en lugar de ir de frente. La política tiene la misma lógica. La derecha lanza provocaciones para imponer su ritmo y obligar a responder en su cancha. La inteligencia está en decidir cuándo avanzar y cuándo dejar que el adversario se desgaste corriendo detrás de un balón que no controla.

El mediocampista sabe que el gol no nace de la individualidad, sino de la secuencia. El gol es apenas el final de una jugada que empezó en un movimiento previo: un pase seguro, una buena salida, una decisión correcta, un contragolpe. En política, los “goles” —las grandes reformas, las conquistas sociales, la continuidad histórica— también son el resultado de una cadena de acciones previas que nadie vio: la reunión en una colonia, el recorrido casa por casa, el comité que se organizó. El balón pasa por los pies antes de llegar a la red.

Por eso la Cuarta Transformación no juega al pelotazo. No tenemos palco ni control de la narración del partido. Seguimos siendo minoría en lo mediático: ellos tienen cámaras y comentaristas; nosotros, cancha y equipo. La fuerza del movimiento nunca estuvo en los reflectores, sino en la organización territorial: comités, recorridos, asambleas, conversación directa. En fútbol, no gana quien hace más ruido, sino quien ocupa mejor los espacios. En política igual: los proyectos que transforman no son los que gritan desde un estudio, sino los que construyen donde se juega la realidad: con la gente.

El opositor —la derecha tradicional— juega al pelotazo mediático. Lanza un escándalo por aquí, una declaración absurda por allá, un video emocional sin fundamento. No buscan construir juego: buscan que el rival pierda la concentración. Su lógica es simple: si nosotros entramos al pleito, ellos recuperan el balón. Por eso son expertos en ruido y pésimos en estrategia.

La militancia no es delantera buscando reflectores: es media cancha firme e inteligente. Es el corazón del equipo, donde se siente el pulso del partido y se define el ritmo. Desde ahí se sostiene la posesión, se conecta la salida con el avance y se decide si hay que frenar o acelerar. La media cancha no solo recupera: interpreta, ordena y distribuye con sentido. La militancia hace eso: se planta, baja el balón y toca en corto, porque ahí se transforma la presión en posibilidad.

En este proyecto, Andrés Manuel López Obrador fue el jugador que recuperó el balón en medio de un partido adverso y contra todo pronóstico. Claudia Sheinbaum está diseñando el sistema para sostener la posesión y profundizar la jugada. La responsabilidad de la militancia no es buscar la portada del día siguiente, sino cuidar el balón del proyecto histórico.

Por eso, la revolución que importa no está en la delantera. Está en la media cancha. Está en quienes tocan puertas bajo el sol, en quienes organizan asambleas, en quienes hablan con la gente. Está en quienes sostienen la posesión del futuro en medio del ruido del presente. Está en quienes saben que no se gana por un marcador en redes sociales, sino por una estructura en el territorio.

La política se juega en media cancha. El gol es apenas el fin de una jugada que empieza en la calle.

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