Poco o mucho, gracias al gran esfuerzo del Pueblo mexicano a principios del siglo XX -que costó una gran cantidad de vidas-, el máximo legado político de la revolución mexicana es el sufragio efectivo y la no reelección. Que los cargos sean ocupados por las mismas personas una y otra vez, incluso si fueran buenas personas, implica varios problemas:
- Negarle la oportunidad de participar a otras personas.
- Concentrar el poder.
- Incumplir con las obligaciones propias del cargo por contender en elecciones para mantener el cargo.
- Hacer campaña con recursos públicos al no tener que desprenderse del cargo por el que se reelige.
- Ventaja respecto a quienes contienden sin cargo público.
- Anquilosamiento de actividades y estancamiento al no tomar decisiones arriesgadas por temor a perder electorado.
- Pérdida de electorado inconforme con la repetición de un perfil en la boleta.
No es necesario explicar los graves problemas que implica reelegir a malas personas. La reelección contraviene uno de los principios fundacionales de la democracia mexicana, que es justamente ese legado revolucionario. Para quienes se niegan a saber y entender nuestra historia, la dictadura de Porfirio Díaz es más que una efeméride de escuela primaria: es el sueño de la derecha más reaccionaria que roba elecciones para robar el presupuesto, como lo hizo Felipe Calderón en 2006. Me refiero a esa derecha rancia cuyos militantes son leales a la alta nómina gubernamental, adictos a crear puestos absurdos para amigos y familiares, y a brincar entre congresos locales y federal, entre poderes y órdenes de gobierno. Han demostrado desde hace décadas que su objetivo es mantenerse en los cargos una y otra vez; y, a partir de 2021, lo hicieron efectivo al reelegirse por primera vez desde 1933, cuando el antirreeleccionismo maderista triunfó en la legislación -aunque Madero no haya vivido para verlo-. También podemos cuestionar que muchas personas servidoras públicas emanadas de Morena lo hayan hecho, sin el menor empacho, alegando cualquier pretexto para justificarse.
No debemos olvidar que la reelección es uno de los privilegios creados en tiempos de la mafia del poder. Quienes busquen representar a la ciudadanía bajo las siglas de Morena deben olvidarse para siempre de las prácticas del PRIAN, por ética, por respeto a la ciudadanía, por decencia y por honor. Hay que ser honorables. El Presidente siempre ha dicho que debemos luchar contra los privilegios de la clase gobernante para que haya piso parejo y verdadera democracia. No se vale cobrar del dinero del Pueblo mientras se hace campaña. Cobrar sin trabajar es corrupción.
Aunque la reelección está prevista en el artículo 59 de la Constitución, una solución al problema de la reelección es alternar el sexo en cada candidatura. Así, donde fue candidato un hombre en la elección anterior ahora deberá ser mujer, y donde fue candidata una mujer en la elección anterior ahora deberá ser un hombre; con la obvia salvedad de que no deberán tener parentesco por afinidad, filiación ni consanguinidad las personas candidatas con las excandidatas, ni con las supuestamente perfiladas.
Creo firmemente que los encargos públicos deben ser ocupados por personas honestas, congruentes y capaces, y también creo en que todas las personas deben tener la oportunidad de ocuparlos, pues es a partir de sus experiencias, sus cosmovisiones y sus empatías como podrían representar al Pueblo y gobernar con honestidad para la comunidad, para los barrios, colonias, municipios y distritos, y no para las élites fanáticas de lo ajeno.
Nuestra histórica tradición antirreeleccionista no lo es todo, el país tiene una gran necesidad de democratizar la vida pública nacional, de incluir a todos los sectores de la población y de que la política sea asunto de todas y todos. Entre más participación haya será más rica la vida política y se impedirá la creación de cotos de poder que beneficien solo a unos cuántos sinvergüenzas. La política debe ser como el río que corre, con agua limpia y cristalina, porque si se encharca la misma agua se pudre. Al fin que, perfiles, tenemos. El partido ha dado buenos cuadros políticos que se han formado en el Obradorismo, han militado en las calles y les mueve la transformación, y no la vulgar ambición.
El partido del Pueblo debe no solo enarbolar los principios del Obradorismo y la 4T, sino pregonarlos con el ejemplo. El Pueblo merece un buen gobierno que lo cuide y la oportunidad de participar políticamente en él. Por eso luchamos.
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Muchas gracias a la Redacción de El Soberano por permitirme colaborar en Plumas Patrióticas. ¡Un abrazo!