El pasado 15 de septiembre en la noche del grito de independencia el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador pronuncio una fuerte y contundente arenga frente a un zócalo con —alrededor— de 140mil personas que se dieron cita desde diversos lugares del país para conmemorar el aniversario del inicio de la Independencia de México, — la segunda transformación social de nuestra nación—. El mandatario incluyó en los «vivas» de su discurso importantes causas: Vivan los pueblos indígenas, viva la igualdad y la justicia, viva la grandeza cultural de México. Agregó importantes consignas a la arenga que fueron las que más llamaron la atención en general, —en mi opinión— las más relevantes y pertinentes por el contexto histórico-social de nuestro país: Muera el clasismo, muera el racismo, muera la corrupción.
En México el clasismo, el racismo y la corrupción han lastimado terriblemente la vida pública del país y el desarrollo social de los pueblos originarios. Pese a que han transcurrido 500 años de la invasión española y del genocidio perpetrado contra nuestros antepasados, sigue lastimando, sigue influyendo en las conductas de la sociedad mexicana ese salvaje acontecimiento. Además, continuando con la vocación explotadora de la corona española, la burguesía occidental domina e impone estereotipos «triunfadores» y cánones de belleza. Desprecian el color de piel, las costumbres, las creencias, el fenotipo y todo lo que consideren indígena. Dijo Frantz Fanon en Los condenados de la tierra «La condición del indígena es una neurosis introducida y mantenida por el colono entre los colonizados, con su consentimiento».
La lucha política y de clases que se ha dado en los últimos tiempos en América Latina ha sido necesaria y fundamental para lograr la total independencia de los pueblos latinoamericanos ante el colonialismo y el imperialismo. Los gobiernos progresistas abonan en esta región a la búsqueda del bienestar común, a la movilidad social, al progreso y a la democratización de la cultura. Nada más liviano que no ser tierra de conquista, la soberanía es nuestro derecho y para atrás, ni para agarrar vuelo.
La lucha organizada y consciente emprendida por un pueblo colonizado para restablecer la soberanía e independencia de su nación constituye la manifestación más plenamente cultural que existe.
Por último, quisiera comentar que —aunque parezca obvio— la corrupción ha sido el cáncer de la política mexicana, pretendieron institucionalizar esas prácticas nefastas a manos del PRI, cuando tuvieron todo el poder, cuando eran el partido hegemónico. Quisieron imponer la narrativa priísta de que «el PRI roba, pero deja robar» o de que la corrupción es algo cultural en México y nada más falso que eso. Nuestro pueblo es un pueblo honesto, trabajador y solidario que rompió el hechizo neoliberal.
¡Viva la Cuarta República!