Ciudad de México a 18 noviembre, 2025, 13: 39 hora del centro.
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Que el río vuelva a respirar

PP H Pablo (1)

Durante el siglo XX, la Ciudad de México consolidó un modelo de urbanización que implicó la desecación, canalización y entubamiento de sus antiguos cuerpos de agua. Entre ellos, el Río de la Piedad destaca como uno de los cauces más importantes del sistema hidrológico del Valle de México. Su conversión en drenaje pluvial, hoy oculto bajo el Viaducto Miguel Alemán, simboliza la ruptura entre la ciudad y su entorno natural. Sin embargo, ante los desafíos ambientales actuales —crisis hídrica, contaminación atmosférica y pérdida de biodiversidad—, su desentubamiento emerge como una alternativa viable para avanzar hacia un modelo urbano más sustentable, resiliente y equitativo.

La renaturalización del Río de la Piedad permitiría transformar una infraestructura gris, concebida para evacuar aguas pluviales, en un corredor ecológico multifuncional capaz de generar servicios ambientales y sociales. Este enfoque se alinea con las estrategias de infraestructura verde y azul promovidas por organismos internacionales como la ONU-Hábitat y la CEPAL, que reconocen el valor de los ríos urbanos como elementos estructurantes de las ciudades sostenibles.

Desde el punto de vista ambiental, la reapertura del cauce a cielo abierto tendría múltiples beneficios. En primer lugar, contribuiría a la recarga del acuífero del Valle de México, que actualmente sufre sobreexplotación y hundimientos diferenciales del terreno. Al permitir la infiltración natural del agua pluvial, el río actuaría como un sistema de retención y absorción, reduciendo la dependencia del drenaje profundo y mitigando el riesgo de inundaciones. En segundo lugar, la restauración del ecosistema ribereño favorecería la mejora de la calidad del aire y la regulación térmica, al incrementar la cobertura vegetal y promover la evapotranspiración. Estudios de microclimas urbanos han demostrado que los corredores verdes pueden reducir entre 2 y 4 grados la temperatura local, un efecto crucial frente al aumento de las islas de calor en la capital.

En términos ecológicos, un río restaurado puede convertirse en un corredor biológico que favorezca la presencia de flora y fauna nativa. Especies de aves, insectos polinizadores y pequeños mamíferos encontrarían refugio y conectividad entre zonas verdes fragmentadas. Esta red ecológica, además de aumentar la biodiversidad urbana, aportaría beneficios indirectos en salud pública, al mejorar la calidad del aire y promover entornos más naturales para la recreación y el bienestar.

El componente social y urbano de la propuesta es igualmente relevante. El desentubamiento del Río de la Piedad permitiría reconfigurar el espacio público en una de las franjas más congestionadas de la ciudad. Donde hoy prevalece el tránsito vehicular y la contaminación sonora, podría surgir un parque lineal metropolitano, con andadores peatonales, ciclovías y espacios culturales, generando una nueva centralidad urbana basada en el bienestar y la convivencia. Experiencias internacionales demuestran que este tipo de intervenciones, como el Cheonggyecheon Stream en Seúl o el Río Manzanares en Madrid, no solo revitalizan el entorno físico, sino que revalorizan el tejido urbano y fortalecen el sentido de pertenencia de la población.

La recuperación del Río de la Piedad también tendría un valor educativo y cultural. Representaría una oportunidad para reconectar a los habitantes con su historia hídrica, fomentando la conciencia ambiental y la participación ciudadana. En un contexto de crisis del agua, la visibilización del ciclo hidrológico dentro del paisaje urbano puede convertirse en una poderosa herramienta pedagógica para promover el uso responsable del recurso y fortalecer la gobernanza del agua.

No obstante, el desentubamiento plantea retos técnicos, administrativos y financieros que requieren de una visión integral. La separación de aguas negras y pluviales, la construcción de plantas de tratamiento, el saneamiento del cauce y la modificación de la infraestructura vial demandan una coordinación interinstitucional entre la Secretaría del Medio Ambiente, la Secretaría de Gestión Integral del Agua y la Secretaría de Obras y Servicios. Asimismo, se requeriría un marco normativo que garantice la sostenibilidad a largo plazo del proyecto, así como mecanismos de financiamiento mixto (público, privado y social) que aseguren su viabilidad económica.

Desde la perspectiva de la planificación territorial y la justicia ambiental, el desentubamiento del Río de la Piedad puede interpretarse como una acción reparadora. Recuperar un ecosistema degradado en una de las zonas más urbanizadas de la capital significaría equilibrar la distribución del espacio verde y democratizar el acceso a los beneficios ambientales. Esta visión coincide con los principios de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en particular con los Objetivos 11 (Ciudades y comunidades sostenibles), 13 (Acción por el clima) y 15 (Vida de ecosistemas terrestres).

Finalmente, más allá de los beneficios técnicos o económicos, la recuperación del Río de la Piedad simboliza un cambio de paradigma. Implica pasar de una ciudad que controla y oculta el agua, a una que la integra y celebra como elemento esencial de su identidad. Permitir que el río vuelva a respirar es una metáfora poderosa: no solo se trata de restaurar un cauce, sino de devolverle el pulso natural al corazón de la Ciudad de México. Reconciliarse con sus ríos es, en última instancia, reconciliarse con la propia vida urbana.

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