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¿Quién modera al moderador?

El primer debate presidencial se aproxima. Para ello, el Instituto Nacional Electoral recibió 24,000 preguntas del público en general. Previo a este debate, hubo un par de debates: el primero, respecto a la persona escogida por el INE para seleccionar de entre esas preguntas las que debían discutirse en el debate. Finalmente, la académica de una universidad privada de Jalisco seleccionada por el INE dio “un paso atrás” ante un historial de declaraciones en redes sociales que la colocaban como opositora del presidente López Obrador y de Claudia Sheinbaum.

Ahora ha comenzado el segundo debate, es respecto a los moderadores de los debates televisivos. Dos conductores de noticias, Dennise Maerker y Manuel San Martín, son quienes moderarán el debate. El formato del debate del 4 de abril consiste en preguntas con respuesta de 1 minuto por candidatura y preguntas de redes sociales con 40 segundos por candidatura.

Este formato solo confirma el diagnóstico que se tiene del INE – un organismo hipertécnico, cuyo objetivo es fijar una especie de homeostasis artificial entre las candidaturas y los partidos. El INE está obsesionado con el equilibrio, en vez de dar cauce al proceso político en el cual participa el pueblo de manera cada vez más activa. En este aspecto, el INE sigue arrojando acuerdos que parecen nacidos del México de los 70s y 80s más que responder a la actualidad. Las preocupaciones del INE siguen marcadas por el fantasma de un régimen de partido único que ya no existe.

En las antípodas están, por ejemplo, los estadounidenses, tan expertos en la mercantilización de la democracia como en hacer programas televisivos. No son ejemplo por seguir, pero han depurado sus debates una y otra vez para que su efecto en las masas sea el máximo posible. Sucesivas rondas en donde los candidatos con menos apoyo (demoscópico) van siendo eliminados o declinan, terminando con contiendas de fuertes choques entre dos adversarios en un círculo, donde se pueden mover físicamente con libertad, atacarse, cuestionarse e imprecarse. Es por eso por lo que el mayor showman de los tiempos recientes conquistó la presidencia a través de dicho formato mediático. Así se hizo Trump, antes y durante su campaña.

Nada similar a ello pasará en México. La moderación de San Martín seguramente será poco visible y será recordado por algún comentario ríspido hacia Sheinbaum para acotar su tiempo. El formato no permite mucho más. También podría ser que San Martín sea más aguerrido y editorialice alguna pregunta. Ya veremos qué tan dispuesto está a ejecutar la línea editorial de TV Azteca. Sin embargo, pasará a segundo término rápidamente

Sin embargo, los poderes fácticos que están detrás de él han demostrado que tienen en él una influencia fuertísima. Lejos de su moderación, tenemos al Manuel San Martín que insiste, a instancias del oligarca dueño del medio en el que trabaja, en el tema de un campo de golf supuestamente expropiado. Manuel San Martín es un cruzado “azteca”, en el sentido de defender a ultranza al México que se resiste al proyecto de nación cuando literalmente le exige contribuir en vez de solo beneficiarse de él.

En algunos años, a través de la distancia que nos de la presidencia de Sheinbaum, podremos hacer un juicio histórico de lo que significaron los primeros años de apaciguamiento a Ricardo Salinas Pliego de parte del presidente López Obrador. Sin embargo, quedará fijo en esa historia el último combate que dio el oligarca en donde tomó de bandera para su defensa un campo de golf. Seguramente ese juicio histórico tomará nota de esa necedad y la registrará. Y también, pasado el tiempo podremos pensar en moderadores de debates que sean escritores, figuras de la vida cultural o jóvenes, no solo conductores de noticias de los medios corporativos, independientemente de su línea editorial.

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