Con el inicio de la siguiente legislatura se ha dado un debate interesante sobre quienes serán representantes populares, con especial énfasis en quienes lo harán por el partido de Morena, ya que se incluyó a luchadores sociales, víctimas de malos gobiernos y activistas para que ahora sean diputados y diputadas de esta bancada.
Para algunas personas esto fue una «traición» a los movimientos sociales; en algunos casos, hasta les llamaron incongruentes. Sin embargo, cabe cuestionar el fondo de este razonamiento y contrargumentar en favor de nuestra democracia.
Lo primero es que hay luchas que jamás podrán ser bien representadas en espacios de toma de decisiones más que por las propias víctimas o quienes encabezan dichas luchas sociales. Un caso claro son las y los familiares de personas desaparecidas. Incluirlos en la toma de decisiones en gobiernos, como representantes populares, permite ampliar las posibilidades para atender estas problemáticas, al igual que el compromiso por atenderlas.
En segundo lugar, hay que poner perspectiva nuestros problemas democráticos. Uno de ellos viene de la falta de legitimidad de los partidos políticos; muchos la han perdido por completo y otros (más nuevos) luchan por revocar está tendencia (en algunos casos con éxito, en otros no tanto), pero la realidad es que debemos dejar de creer que los partidos políticos son diabólicos por definición.
Hay una vieja creencia dentro de la izquierda y los movimientos sociales sobre la participación de sus militantes en los partidos políticos. Especialmente en México se da después de la poca legitimidad que han tenido los partidos políticos como el PRI y el PAN para representar las causas populares, pero sobre todo por la traición que ha habido a dichas causas. Estas grandes divisiones y desconfianzas estaban fundamentadas y ayudaron a evitar que se cooptaran algunos movimientos sociales por parte de los gobiernos (de derecha) en turno. Sin embargo, esta creencia se ha trasladado a todos los partidos, incluidos los de izquierda, y ha causado que haya poca interlocución entre dichas militancias.
Por eso, no es lo mismo que un luchador social o una víctima sea diputado o diputada por Morena a que sea diputado o diputada por el PRI o el PAN. ¿Será necesario seguirles el paso y que respondan a principios e ideales que los llevaron a esos espacios? Sí. Más adelante podremos discutir si valió la pena o no, pero anularlo desde antes solamente por su existencia, carece de sentido democrático y debilita los necesarios esfuerzos en la discusión entre los diferentes sectores sociales. Si no estamos dispuestos a debatir con apertura y sin purismos inútiles e infértiles, la izquierda tendrá eternamente las de perder con constantes divisiones y sin representatividad orgánica.
Por otro lado, cabe resaltar que Morena ha sido un partido que surgió de los movimientos sociales y también ha puesto especial énfasis en su comunicación con estos, derivado de la necesidad de mantener en su agenda y objetivos, las demandas y necesidades de los diferentes sectores populares organizados. Incluso esta ha sido uno de los grandes reclamos de la militancia y razón de discusiones al interior del partido.
Hay una falsa afirmación sobre la participación de luchadores sociales en los gobiernos. Creo primordial considerar que este gobierno es popular; por lo tanto, su integración por luchadores sociales activistas y demás personas que dignifican la democracia y la vida pública es sustancial para que sean considerados realmente gobiernos de cambios.
Es evidente que los movimientos sociales necesitan de una buena interlocución con los representantes populares y con los gobiernos; esto los fortalece, no los debilita. De la misma forma, los gobiernos populares necesitan interlocución con la población, las organizaciones y los movimientos sociales para realmente atender sus causas y necesidades. Creer que somos enemigos o incapaces de tener coincidencias borra las diferencias entre los gobiernos de izquierda y de derecha e imposibilita nuestra capacidad de construir democracias dignas, fuera de la lógica de la derecha.
Como conclusión final les dejo esta gran reflexión de Julio Aibar, que nos permite identificar que las demandas y presiones que se ejercen desde la movilización popular fortalecen a los gobiernos populares que se permiten escucharlos y atenderlos. Y sumaría que es igual desde la movilización popular: su organización e interlocución con buenos gobiernos fortalece sus luchas, ya que empiezan a tener soluciones.
Soy de los que cree que a los gobiernos populares les viene bien recibir presiones y demandas de organizaciones sociales también populares. Eso, en contra de lo que se cree, les amplía los márgenes de maniobra ante las presiones y demandas de los poderosos y grupos de interés.
— Julio Aibar (@agustinyluca) August 28, 2021